Página 333 - La Historia de la Redenci

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El fin del tiempo de prueba
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culpables ni Salvador compasivo que abogara por ellos y exclamase:
“¡Dale al pecador un poco de tiempo todavía!” Todo el cielo se unió
a Jesús cuando oyó estas palabras: “Hecho está. Consumado es”.
El plan de salvación se había cumplido, pero pocos habían querido
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aceptarlo. Y cuando se silenció la dulce voz de la misericordia, el
miedo y el horror invadieron a los malvados. Con terrible claridad
oyeron estas palabras: “¡Demasiado tarde! ¡Demasiado tarde!”
Los que no habían apreciado la Palabra de Dios corrían azorados
de un lado a otro, errantes de mar a mar y de norte a oriente en busca
de la Palabra del Señor. Dijo el ángel: “No la hallarán. Hay hambre
en la tierra; no hambre de pan ni sed de agua, sino de oír las palabras
del Señor. ¡Qué no darían por una palabra de aprobación de parte de
Dios! Pero no; han de seguir hambrientos y sedientos. Día tras día
descuidaron la salvación, estimando más las riquezas y los placeres
de la tierra que los tesoros y alicientes del cielo. Rechazaron a
Jesús y menospreciaron a sus santos. Los inmundos seguirán siendo
inmundos para siempre”.
Muchos de los impíos se enfurecieron en gran manera al sufrir
los efectos de las plagas. Ofrecían el espectáculo de una terrible
agonía. Los padres recriminaban amargamente a sus hijos y los
hijos a sus padres. Los hermanos a sus hermanas y las hermanas a
sus hermanos. Por todas partes se oían estos lamentos y clamores:
“¡Tú me impediste recibir la verdad que me hubiera salvado de
este terrible momento!” La gente se volvía contra sus ministros con
acerbo odio y los reconvenía diciendo: “No nos advirtieron. Nos
dijeron que el mundo entero se iba a convertir, y clamaron: ‘¡Paz,
paz!’ para disipar nuestros temores. No nos hablaron de esta hora, y
de los que nos amonestaban dijeron que eran fanáticos y malvados
que querían nuestra ruina”. Pero vi que los ministros no se librarían
de la ira de Dios. Sus sufrimientos serán diez veces mayores que los
de sus feligreses.
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