Página 354 - La Historia de la Redenci

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Capítulo 67—La tierra nueva
“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la
primera tierra pasaron”.
Apocalipsis 21:1
. El fuego que consume a
los malvados purifica la tierra. Todo rasgo de maldición desaparece.
Ningún infierno eterno mostrará a los redimidos las terribles con-
secuencias del pecado. Sólo queda un recuerdo: nuestro Redentor
llevará siempre las marcas de su crucifixión. En su frente herida, sus
manos y sus pies, se encuentran los únicos vestigios de la cruel obra
que el pecado realizó.
“Oh torre del rebaño, fortaleza de la hija de Sion, hasta ti vendrá
el señorío primero”.
Miqueas 4:8
. El reino perdido por el pecado fue
recuperado por Cristo, y los redimidos lo poseerán juntamente con
él. “Los justos heredarán la tierra, y vivirán para siempre sobre ella”.
Salmos 37:29
. El temor de materializar demasiado la herencia de los
santos ha inducido a muchos a espiritualizar las mismas verdades
que nos permiten considerar que la nueva tierra es nuestro hogar.
Cristo aseguró a sus discípulos que había ido a preparar moradas
para ellos. Los que aceptan las enseñanzas de la Palabra de Dios
no serán totalmente ignorantes acerca de las mansiones celestiales.
Y sin embargo el apóstol Pablo declaró: “Cosas que ojo no vio, ni
oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios
ha preparado para los que le aman”.
1 Corintios 2:9
. El lenguaje
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humano es inadecuado para describir la recompensa de los justos.
Sólo podrá ser conocida por los que la contemplen. Ninguna mente
finita puede comprender la gloria del paraíso de Dios.
En la Biblia a la heredad de los salvados se la llama patria.
He-
breos 11:14-16
. Allí el gran Pastor conduce a su rebaño a fuentes de
aguas vivas. El árbol de vida da su fruto cada mes, y las hojas del ár-
bol son para la sanidad de las naciones. Hay ríos de aguas corrientes,
claras como el cristal, y en sus márgenes los árboles que siempre se
mecen proyectan su sombra sobre los senderos preparados para los
redimidos del Señor. Allí las amplias planicies desembocan en coli-
nas hermosas, y las montañas de Dios yerguen sus elevados picos.
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