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La Historia de la Redención
pudieran vivir por fe en la expiación que Cristo proponía hacer por
ellos. Por medio de Jesús se había abierto una puerta de esperanza
para que el hombre, a pesar de su gran pecado, no quedara bajo el
dominio completo de Satanás. La fe en los méritos de Hijo de Dios
elevaría de tal manera a éste que podría resistir las artimañas de
Satanás. Se le concedería un tiempo de prueba durante el cual, por
medio de una vida de arrepentimiento y fe en la expiación del Hijo
de Dios, podría ser redimido de su trangresión a la ley del Padre y
elevado así hasta un nivel donde sus esfuerzos por guardar la ley de
Dios podrían ser aceptados.
Los ángeles les comunicaron el pesar que se experimentó en el
cielo cuando se anunció que ellos habían transgredido la ley de Dios,
lo que había inducido a Cristo a llevar a cabo el gran sacrificio de su
propia vida preciosa.
Cuando Adán y Eva se dieron cuenta de cuán exaltada y santa es
la ley de Dios, cuya transgresión requería un sacrificio tan costoso
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para salvarlos de la ruina junto con su posteridad, rogaron que se les
permitiera morir o que sus descendientes experimentaran el castigo
de su transgresión, antes que el amado Hijo de Dios hiciera un
sacrificio tan grande. La angustia de Adán iba en aumento. Se dio
cuenta de que sus pecados eran de tal magnitud que implicaban
terribles consecuencias. ¿Cómo podía ser posible que el tan honrado
Comandante celestial, que había caminado y conversado con él
cuando gozaba de santa inocencia, a quien los ángeles honraban
y adoraban, fuera depuesto de su exaltada posición para morir por
causa de su pecado?
Se informó a Adán que la vida de un ángel no podía pagar la
deuda. La ley de Jehová, fundamento de su gobierno en el cielo y
en la tierra, era tan sagrada como Dios mismo; y por esa razón el
Señor no podía aceptar la vida de un ángel como sacrificio por su
transgresión. Su ley es de más importancia a su vista que los santos
ángeles que rodean su trono. El Padre no podía abolir ni modificar
un solo precepto de su ley para adaptarla a la condición caída del
ser humano. Pero el Hijo de Dios, que junto con el Padre había
creado al hombre, podía ofrecer por éste una expiación que el Señor
podía aceptar, mediante el don de su vida en sacrificio, para recibir
sobre sí la ira de su Padre. Los ángeles informaron a Adán que así