Página 45 - La Historia de la Redenci

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El plan de salvación
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caído. Pero la expresión de su rostro está llena de ansiedad, preo-
cupación, infelicidad, malicia, odio, deseos de causar daño, engaño
y toda clase de mal. Observé en forma especial esa frente que fue
tan noble. A partir de sus ojos comienza a retroceder. Observé que
por tanto tiempo se ha inclinado al mal que toda buena cualidad se
ha rebajado y se ha desarrollado todo rasgo maligno. Sus ojos son
astutos, irónicos y manifiestan profunda penetración. Su cuerpo es
grande, pero su piel cuelga suelta de sus manos y su rostro. Cuando
lo contemplé, su barbilla reposaba sobre su mano izquierda. Parecía
que estaba entregado a una profunda meditación. Una sonrisa se
dibujaba en su rostro, que me hizo temblar, pues estaba llena de
maldad y de astucia satánica. Es la sonrisa que esboza justamente
antes de apoderarse de su víctima, y cuando la entrampa en sus redes
es cada vez más horrible.
Humildemente y con indecible pesar Adán y Eva abandonaron
el hermoso jardín donde habían sido tan felices hasta que desobe-
decieron la orden de Dios. La atmósfera había cambiado. Ya no se
mantenía invariable como antes de la transgresión. Dios los vistió
con túnicas de pieles para cubrirlos de la sensación de frío y calor a
la que estaban expuestos.
La inmutable ley de Dios
Todo el cielo se lamentó por la desobediencia y la caída de Adán
y Eva, que habían acarreado la ira de Dios sobre toda la especie
humana. Ya no podían tener comunión directa con Dios y se habían
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sumergido en la miseria y la desesperación. No se podía cambiar la
ley de Dios para que se adaptara a la necesidad del hombre, porque
de acuerdo con el plan de Dios ésta nunca debía perder su fuerza ni
anular el más pequeño de sus requerimientos.
Los ángeles de Dios fueron comisionados para que visitaran a
la pareja caída y le informaran que aunque no podían conservar su
santa condición ni su hogar edénico por causa de la transgresión de
la ley de Dios, su caso no era totalmente desesperado. Se les informó
que el Hijo de Dios, que había conversado con ellos en el Edén,
se había sentido impulsado por la piedad, en vista de su condición
desesperada, y que se había ofrecido voluntariamente para soportar
el castigo que les correspondía, y morir para que los seres humanos