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La Historia de la Redención
estrechamente a Dios, a quien temía, reverenciaba y adoraba. El
Señor no podía permitir que Enoc muriera como los demás hombres;
envió pues a sus ángeles para que se lo llevaran al cielo sin que
experimentara la muerte. En presencia de los justos e impíos Enoc
fue retirado de entre ellos. Los que lo amaban pensaron que Dios
podía haberlo dejado en alguno de los lugares donde solía retirarse,
pero después de buscarlo diligentemente, en vista de que no lo
pudieron encontrar, informaron que no estaba en ninguna parte, pues
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el Señor se lo había llevado.
Mediante la traslación de Enoc, descendiente del caído Adán,
el Altísimo nos enseña una lección de suma importancia: que todos
los que por fe confían en el Sacrificio prometido y obedecen fiel-
mente sus mandamientos serán recompensados. Aquí se presentan
nuevamente las dos clases que existirían hasta la segunda venida
de Cristo: los justos y los malvados, los rebeldes y los leales. Dios
recordará a los justos, los que lo temen. Los respetará, honrará y les
dará la vida eterna por causa de su amado Hijo. Pero a los malvados,
que pisotean su autoridad, los destruirá y los eliminará de la tierra, y
serán como si nunca hubieran existido.
Puesto que Adán cayó de su estado de perfecta felicidad al
de miseria y pecado, corría el peligro de que se desalentara y se
preguntase: “¿Qué aprovecha que guardemos su ley, y que andemos
afligidos en presencia de Jehová de los ejércitos” (
Malaquías 3:14
),
puesto que una pesada maldición descansa sobre la raza humana, y
la muerte es la suerte de todos nosotros? Pero las instrucciones que
Dios dio a Adán, y que fueron repetidas por Set y ejemplificadas
por Enoc, eliminaron las tinieblas y la oscuridad, y dieron al hombre
la esperanza de que así como por medio de Adán vino la muerte,
por medio de Jesús, el Redentor prometido, vendrían la vida y la
inmortalidad.
Mediante el caso de Enoc se enseñó a los descorazonados fieles
que aunque estaban entre gente corrupta y pecadora, que vivía en
abierta y osada rebelión contra Dios, su Creador, si obedecían y
tenían fe en el Redentor prometido podrían vivir una vida justa como
el fiel Enoc, serían aceptados por el Señor y finalmente llegarían al
trono celestial.
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Enoc, que se apartó del mundo y dedicó mucho tiempo a la ora-
ción y la comunión con Dios, representa a los fieles de los últimos