Página 59 - La Historia de la Redenci

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El diluvio
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que las aguas de éste cayeran sobre la tierra. Condenó al mundo por
su predicación y su ejemplo al construir el arca.
Dios dio a todos los que querían la oportunidad de arrepentirse y
volverse a él. Pero no creyeron en la predicación de Noé. Se burlaron
de sus advertencias y ridiculizaron la construcción de aquel inmenso
navío sobre tierra seca. Los esfuerzos del patriarca para reformar a
sus congéneres no tuvieron éxito. Por más de cien años perseveró
en sus intentos por conducir a los hombres al arrepentimiento y a
Dios. Cada golpe que se daba en el arca equivalía a una predicación.
Noé dirigía, predicaba y trabajaba, mientras la gente lo contemplaba
con asombro y lo consideraba fanático.
La construcción del Arca
Dios le dio las dimensiones exactas del arca e indicaciones de-
finidas con respecto a cada detalle de la construcción. En muchos
sentidos no se asemejaba a un navío sino más bien a una casa cu-
yo fundamento era como un barco para que pudiera flotar sobre el
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agua. No había ventanas en las paredes laterales. Tenía tres pisos de
altura y la luz que recibía provenía de una ventana que estaba en el
techo. La puerta estaba al costado. Los diferentes compartimentos
preparados para recibir a los animales estaban construidos de tal
manera que la ventana superior los iluminaba a todos. El arca fue
hecha con madera de gofer o ciprés, que duraba cientos de años
sin deteriorarse. Era una construcción de gran resistencia, que la
sabiduría del hombre no podía inventar. Dios fue el arquitecto y Noé
su maestro constructor.
Después que el patriarca hizo todo lo que pudo para que cada
porción de la obra estuviera bien hecha, era imposible que ésta, por
sí misma, pudiera resistir la violencia de la tormenta que Dios en su
ira desataría sobre la tierra. La tarea de completar la construcción
fue un proceso lento. Cada tabla fue ajustada cuidadosamente, y
todas sus junturas calafateadas con brea. Todo lo que el hombre
podía hacer se hizo para que la obra fuera perfecta; pero, después
de todo, sólo Dios podía librar esa construcción de las iracundas y
poderosas ondas, por medio de su poder milagroso.
Al principio una cantidad de gente recibió en apariencias las
amonestaciones de Noé, pero esas personas no se volvieron ple-