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La Historia de la Redención
namente a Dios con verdadero arrepentimiento. Se les dio tiempo
antes que llegara el diluvio, durante el cual serían probadas. Pero
no soportaron la prueba. Las venció la degeneración prevaleciente,
y finalmente se unieron a otros que eran corruptos y que se mo-
faban del fiel Noé y lo escarnecían. No quisieron abandonar sus
pecados y continuaron practicando la poligamia y entregándose a la
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complacencia de sus pasiones corrompidas.
Su tiempo de prueba estaba por terminar. Los incrédulos y bur-
lones habitantes del mundo experimentarían una especial manifesta-
ción del poder de Dios. Noé había seguido fielmente las instrucciones
que el Señor le había dado. El arca se terminó exactamente como el
Altísimo lo había indicado. Había almacenado grandes cantidades
de alimentos para hombres y bestias. Y una vez que todo estuvo
listo, Dios ordenó al fiel Noé: “Entra tú y toda tu casa en el arca;
porque a ti he visto justo delante de mí en esta generación”.
Los animales entran en el Arca
Se enviaron ángeles para reunir en los bosques y los campos a
los animales que Dios había creado. Iban delante de ellos, y éstos
los seguían, de dos en dos, macho y hembra, y los animales limpios
en grupos de a siete. Esos animales, desde los más feroces hasta
los más mansos e inofensivos, entraron solemne y pacíficamente en
el arca. El cielo parecía cubierto de aves de todas clases. Llegaron
volando hasta el arca, de dos en dos, macho y hembra, y de las aves
limpias en grupos de a siete. El mundo los contemplaba maravillado,
algunos con temor, pero se habían endurecido tanto en su rebelión,
que esa suprema manifestación del poder de Dios tuvo sólo una
influencia momentánea sobre ellos. Durante siete días los animales
llegaron hasta el arca, y Noé los acomodó en los lugares que les
había preparado.
Mientras la raza condenada contemplaba el sol que brillaba con
toda su gloria, y la tierra revestida de una belleza casi edénica, ahu-
yentó sus crecientes temores con diversiones ruidosas, y mediante
sus actos de violencia parecían invocar sobre sí la caída de la ya
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presente ira de Dios.
Todo estaba listo entonces para cerrar el arca, cosa que Noé no
podía hacer desde su interior. La mofadora multitud vio un ángel que