Página 93 - La Historia de la Redenci

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Los hijos de Israel
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Moisés
Cuando este cruel decreto estaba en plena vigencia, nació Moi-
sés. Su madre lo ocultó tanto como pudo ya que no disponía de
ningún medio de protección. Entonces preparó una barquilla con
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juncos, y la calafateó con asfalto y brea, para que el agua no pene-
trara, y la puso a la orilla del río mientras su hermana permanecía
por las inmediaciones aparentando indiferencia. Ella observaba an-
siosamente, sin embargo, para ver qué ocurriría con su hermanito.
Los ángeles también estaban vigilando para que ningún mal sobrevi-
niera al desamparado niño, que había sido encomendado al cuidado
de Dios por una madre afectuosa mediante fervientes oraciones
mezcladas con lágrimas.
Estos ángeles dirigieron las pisadas de la hija de Faraón hacia el
río, justamente al sitio donde yacía el pequeño e inocente extranjero.
A ésta le llamó la atención esa pequeña barquilla, y ordenó a una
de sus damas de compañía que se la trajera. Cuando levantaron la
tapa de esa barquilla construida en forma tan singular, vieron un
hermoso bebé, “y he aquí que el niño lloraba”. Y “tuvo compasión
de él”. Se dio cuenta de que una tierna madre hebrea había recurrido
a ese medio tan especial para preservar la vida de su tan amado
bebé, y decidió al instante adoptarlo como hijo. La hermana de
Moisés se adelantó inmediatamente para preguntar: “¿Iré a llamarte
una nodriza de las hebreas, para que te críe este niño? Y la hija de
Faraón respondió: Ve”.
Con alegría se apresuró la hermana a buscar a su madre para
comunicarle las buenas nuevas y conducirla apresuradamente a la
presencia de la hija de Faraón. Esta le encargó que criara a su
propio hijo, por lo que le pagaría generosamente. Con gratitud la
madre se dedicó a su feliz tarea, pero ahora con seguridad. Creía
que Dios había preservado la vida de su hijo. Fielmente aprovechó
la preciosa oportunidad de educarlo para que fuera útil en la vida.
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Fue más exigente en su instrucción que con cualquiera de sus otros
hijos, porque tenía confianza de que se lo había preservado para que
realizara una gran tarea. Gracias a sus fieles enseñanzas introdujo en
su joven mente el temor de Dios y el amor a la verdad y la justicia.
No limitó sus esfuerzos a esto, sino que oró fervorosamente para
que Dios preservara a su hijo de toda influencia corruptora. Le ense-