Bondad, ternura, simpatía
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y cortesía, no con aspereza y severidad. Usted no se da cuenta del
daño que les hace con su espíritu áspero y dominante. Los obreros
de su Asociación se descorazonan, y pierden el valor que podrían
tener si usted les demostrara respeto, bondad, confianza y amor.
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Por su manera de tratar usted ha alejado de sí los corazones de sus
hermanos, por eso sus consejos no ejercen mucha influencia sobre
ellos para el bien. Esto no es lo que el Señor desea. Él no se agrada
de su actitud hacia sus hermanos”.
Carta 3, 1888, p. 4
, (10 de enero
de 1888).
El poder de la bondad
—“Hasta el día del juicio no conocere-
mos la influencia de un trato bondadoso y respetuoso para con el
débil, el falto de corazón y el indigno”.—
El Ministerio de Curación,
395
.
“Si después de una serie de provocaciones e injusticias por par-
te de algunas personas, usted las trata como lo haría una persona
inocente, y hasta se esfuerza por demostrarles actos especiales de
bondad, entonces habrá actuado como un cristiano, y ellos se sor-
prenderán y avergonzarán de su mal trato más claramente que si
usted les hace visible sus acciones agraviantes para reprenderlos.
“Si usted les hubiera hecho patente sus malas acciones, se ha-
brían robustecido en la terquedad y la actitud desafiante; pero al
ser tratados con ternura y consideración, ellos experimentan más
profundamente su propio curso de acción y lo contrastan con el suyo.
Entonces usted tendrá al personal en sus manos. Usted estará en
terreno ventajoso, y cuando muestre solicitud por sus vidas, sabrán
que usted no es un hipócrita, sino que siente todo lo que dice.
“Se me ha mostrado que unas pocas palabras habladas apresura-
damente bajo la provocación, y que parecen de poca importancia—
sólo lo que se merecen—, a menudo cortan las cuerdas de influencia
que debería haber atado su ser a la de ellos. La mera idea de que
están en las tinieblas, bajo las tentaciones de Satanás y cegados por
su poder hechicero, debería despertar en usted una profunda simpatía
por ellos; la misma que sentiría por un enfermo que sufre, pero que,
a pesar de su enfermedad, no es consciente de su condición”.
Carta
20, 1892
, (17 de octubre de 1892, a J. H. Kellogg).
Representantes de Cristo
—“Sería bueno que los que ocupan
puestos de confianza en nuestras instituciones recordaran que son
representantes de Jesús. En sus vidas se deben revelar la verdadera