Delegar responsabilidades
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“Yo le dije que no era el plan de Dios que las cosas estuvieran así.
Él había actuado de esa manera, y había acumulado sobre sí mismo
tantas cargas que no tenía fuerzas para llevarlas y no podía hacer
justicia en nada. Dios le dio a cada hombre su trabajo de acuerdo
con la habilidad de cada uno y, cuando un hombre albergó la idea
que debía asumir toda la responsabilidad porque creía que podía
hacer las cosas en forma un poco más perfecta que otros, cometió
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pecado contra sí mismo y contra sus hermanos. Él estaba educando
a la gente a que lo miraran, a que esperaran que todo debía pasar
a través de él, y no fueron educados para mirar a Dios y esperar
que Dios hiciera grandes cosas para ellos. Ellos dependieron de
otros y confiaron en otros en vez de confiar en el Dios viviente; por
tanto, muchos no tienen la experiencia que deberían tener y que los
convertiría en obreros eficientes”.
Carta 24, 1883, p. 1, 2
, (23 de
agosto de 1883, a Willie y Mary White).
Que otros aprendan a llevar responsabilidades
—“Estoy hon-
damente preocupada por sus constantes trabajos agotadores. Por
favor, hagan trabajar a otros y trabajen ustedes mucho menos. Dios
no quiere que usted y el Pr. Haskell se sacrifiquen. Él desea que
ustedes dejen de lado el trabajo y sean más bien planificadores y ad-
ministradores. Vendrán tiempos cuando vuestros trabajos especiales
serán una necesidad positiva, pero yo protesto contra el hecho de que
ustedes tomen sobre sí tanto trabajo. Dios no lo requiere de ustedes
y ustedes no deben hacerlo. ¿Aceptarán el consejo? ¿Permitirán que
otros aprendan a llevar responsabilidades, aunque cometan errores,
mientras ustedes sigan viviendo y puedan enseñarles a trabajar?
“Se me ha mostrado que usted y el Pr. Haskell, a la edad que
tienen, deben poner cargas sobre otros. Asistan a menos congresos,
hablen y trabajen menos en los congresos a los que asisten, y esto
forzará a otros a ponerse al frente para obtener una experiencia que
es esencial para ellos. Para lograrlo, ustedes deben hacer menos y
otros deben trabajar más. Me ha sido mostrado que la obra está
creciendo más y más en importancia, y necesitamos la ayuda de
manos ancianas. Necesitamos a estos hombres de experiencia como
consejeros. No podemos prescindir de ellos. Esta no es la voz de la
Hna. White, sino el mensaje de Dios para ustedes. ¿Harán caso uste-
des dos? ¿Serán prudentes? ¿Están dispuestos a ser administradores
y a trabajar menos?”
Carta 117, 1886, p. 6
, (25 de junio de 1886,