Página 82 - Liderazgo Cristiano (2003)

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Liderazgo Cristiano
do como herencia con su sangre. Todo yugo deben ser quebrantado.
Los hombres y las mujeres son más preciosos a la vista de Dios de
lo que la mente humana puede estimar. Cristo entiende su valor;
se sacrificó a sí mismo por su redención. Somos propiedad suya,
nos ha comprado con su sangre. No entrega su lealtad a ninguna
jurisdicción o poder humano. ‘...no sois vuestros. Porque habéis sido
comprados por precio; glorificad, pues, a Dios, en vuestro cuerpo y
en vuestro espíritu, los cuales son de Dios’”.
1 Corintios 6:19, 20
(Ibíd.).
“Si fuera posible, libraría su mente de los engaños que lo han
encadenado. En su trabajo ha tomado sobre sí demasiadas responsa-
bilidades. Debo decirle que no debería ocupar la presidencia de la
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Asociación mientras sienta que debe amoldar y labrar la experiencia
de otros para conformarla con sus propias ideas. Su curso de acción
ha revelado que carece de una percepción sabia. El molde de su
carácter es tal que necesita reforma.
“Lo conmino ante Dios a que lleve a cabo una obra de arrepenti-
miento y reforma. Debe humillarse delante de Dios de manera que
pueda ser confiable para representar el carácter sagrado de su obra.
Pero la peculiaridad de su temperamento es tal que mientras esté en
posición de responsabilidad, siempre estará en peligro de mandar en
forma arbitraria. Dios prohíbe que cualquier hombre manifieste una
jurisdicción arbitraria sobre la mente de sus hermanos”.
Carta 380,
1907
, (11 de noviembre de 1907, al presidente de una Asociación
local).
El peligro de la autoexaltación
—“A veces alguien a quien se
ha conferido responsabilidad como dirigente, concibe la idea de que
está en un puesto de suprema autoridad, y que todos sus hermanos,
antes de avanzar, deben ir primeramente a pedirle permiso para hacer
lo que creen que se debe hacer. Esa persona se encuentra en una
posición peligrosa. Ha perdido de vista la obra del verdadero diri-
gente del pueblo de Dios. En lugar de actuar como sabio consejero,
asume las prerrogativas de un gobernante exigente. Se deshonra
a Dios cada vez que se exhibe semejante autoridad y exaltación
propia. Nadie que confíe en su propia fuerza ha de erigirse jamás
en mente y juicio de alguien a quien Dios está usando en su obra.
Nadie debe trazar pautas y reglamentos humanos para gobernar ar-