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El Ministerio de la Bondad
vivo para él? ¿Pronunciará sobre las obreras la alabanza: “Yo sé tus
obras, y tu trabajo y paciencia”, y cómo tú “has sufrido, y has tenido
paciencia, y has trabajado por mi nombre, y no has desfallecido”?
Pregúntense nuestras hermanas, ¿cómo me encontraré en el jui-
cio con esas almas con las cuales me he relacionado o debiera
haberme relacionado? ¿He estudiado detenidamente sus casos indi-
viduales? ¿Me he familiarizado tanto con mi Biblia como para poder
abrirles las Escrituras? ...
¿Es la obra que Dios os ha señalado, como a sus siervas que
reciben recompensa, el estudiar los intrincados y delicados modelos
de los bordados y los muchos puntos oscuros de esta clase de trabajo
con el propósito de dominar lo que alguna otra persona ha hecho o
mostrar lo que podéis hacer? ¿Es ésta la clase de trabajo que Dios os
alabará por haber hecho, que tanto absorbe vuestro interés, vuestro
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tiempo y talentos dados por Dios, que no tenéis gusto ni preparación,
ni aptitudes para la obra misionera? Toda esta clase de trabajo es
heno, madera y hojarasca, que consumirá el fuego del último día.
Pero, ¿dónde están vuestras ofrendas para Dios? ¿Dónde está vuestro
paciente trabajo, vuestro celo ferviente que os pone en relación con
Cristo, llevando su yugo, levantando sus cargas? ¿Dónde están el oro,
la plata y las piedras preciosas que habéis puesto sobre la roca de
fundamento, que el fuego del último día no puede consumir porque
son imperecederos?—
The Review and Herald, 31 de mayo de 1887
.
Jesús conoce las cargas de las mujeres
—El que devolvió a la
viuda su único hijo cuando estaba siendo llevado a la sepultura,
es conmovido hoy por el pesar de la madre agobiada. El que dió
de vuelta a María y a Marta su hermano sepultado, que derramó
lágrimas de simpatía en la tumba de Lázaro, que perdonó a María
Magdalena, que se acordó de su madre cuando pendía en agonía de
la cruz, que se apareció a las mujeres que lloraban después de su
resurrección y las hizo sus mensajeras para predicar a un Salvador
resucitado diciendo: “Ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y
a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios”, es el mejor amigo de
la mujer hoy día y está listo para ayudarla en sus necesidades si ella
confía en él.—
The Health Reformer, agosto de 1877
.
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