Página 130 - El Ministerio de la Bondad (1977)

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El Ministerio de la Bondad
En los tiempos antiguos, el Señor obró de un modo maravilloso
a través de mujeres consagradas, a quienes unió en su trabajo con
hombres a los que él había elegido para permanecer como sus repre-
sentantes. El usó a mujeres para ganar grandes y decisivas victorias.
Más de una vez, en tiempos de emergencia, él las puso al frente y
obró a través de ellas para la salvación de muchas vidas.—
Carta
22b, 1911
.
La primera responsabilidad de las madres
—La influencia de
las madres nunca se acaba. Es siempre activa, ya sea para bien o
para mal, y si ha de resistir su obra la prueba del juicio [de Dios],
ella deberá hacer de Dios su confianza y trabajar con sinceridad para
su gloria. Su primer deber es para sus hijos, para así modelar sus
caracteres, para que ellos puedan ser felices en esta vida y asegurar
su futuro: la vida eterna. No debería dejarse influir por lo que hace
la señora Fulana de Tal, ni por las observaciones de las señoras A
o B, de que ella es tan singular, tan diferente de otras personas en
su vestido o en el arreglo de su casa, donde procura la comodidad
antes que la ostentación, o en el manejo de sus hijos.
Dios ha dado a la madre, en la educación de sus hijos, una
responsabilidad superior a cualquier otra.—
Good Health, junio de
1880
.
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La sociedad tiene derecho sobre las mujeres
—El privilegio de
una mujer es velar por el interés de su marido, cuidar el guardarropa
de él y tratar de hacerlo feliz. Es su privilegio cultivar su mente y
sus modales, ser sociable, alegre y feliz, derramando rayos de luz
sobre su familia y haciendo de ella un pequeño cielo. Y así tendrá
un interés por algo más que ella y sus cosas. Debería considerar que
la sociedad tiene derecho sobre ella.—
The Health Reformer, junio
de 1873
.
Una labor fuera de nuestros hogares
—Los hombres y las mu-
jeres no están cumpliendo el designio de Dios cuando simplemente
expresan afecto por el círculo de su propia familia, por sus parientes
y amigos ricos, mientras excluyen de su afecto a aquellos a quienes
deberían consolar y bendecir aliviando sus necesidades. ...
Cuando el Señor nos pide que hagamos bien a otros fuera de
nuestros hogares, no significa que nuestro cariño por el hogar dismi-
nuya, y que amemos menos a nuestros parientes o a nuestro país sólo
porque desea que extendamos nuestras simpatías. Es que no hemos