Capítulo 21—Los pobres de la iglesia
Las necesidades de los domésticos de la fe
—Nuestro amor
hacia Dios debe expresarse haciendo bien a los menesterosos y
dolientes de la familia de la fe, cuyas necesidades conocemos y
debemos atender. Cada alma está bajo la obligación especial para con
Dios de fijarse con compasión particular en sus pobres dignos. Por
ningún pretexto debe pasárselos por alto.—
Joyas de los Testimonios
2:509
.
“Así pues, según tengamos oportunidad, obremos lo que es bueno
para con todos, y mayormente para con los que son de la familia de
la fe”.
Gálatas 6:10 (VM)
.
En un sentido especial, Cristo ha confiado a su iglesia el deber
de atender a los miembros necesitados. Permite que sus pobres
se encuentren en el seno de cada iglesia. Siempre han de estar
con nosotros, y Cristo encarga a los miembros de la iglesia una
responsabilidad personal en lo que respecta a cuidar de ellos.
Así como los miembros de una familia fiel cuidan unos de otros,
atendiendo a los enfermos, soportando a los débiles, enseñando a
los que no saben, educando a los inexpertos, así también los de “la
familia de la fe” han de cuidar de sus necesitados y desvalidos. De
ninguna manera han de desentenderse de ellos.—
El Ministerio de
Curación, 153
.
Dos clases que atender
—Dos clases de pobres hay siempre
entre nosotros: los que se arruinan por su propia conducta inde-
pendiente y continúan en su transgresión, y los que por amor de la
verdad han sido puestos en estrecheces. Debemos amar a nuestro
prójimo como a nosotros mismos, y si lo hacemos obraremos co-
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rrectamente con ambas clases bajo la dirección y el consejo de la
sana prudencia.
No cabe la menor duda acerca de los pobres del Señor. Se les
debe ayudar en todos los casos en que ello sea para su beneficio.
Dios quiere que su pueblo revele a un mundo pecaminoso que
no lo ha dejado perecer. Debemos esmerarnos en ayudar a aquellos
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