Página 146 - El Ministerio de la Bondad (1977)

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El Ministerio de la Bondad
que por causa de la verdad son expulsados de sus casas y obligados
a sufrir. Cada vez más, habrá necesidad de corazones grandes y
generosos, que, llenos de abnegación, se encarguen de esas personas
a quienes el Señor ama. Los pobres que haya entre el pueblo de
Dios no deben ser dejados sin que sus necesidades sean suplidas.
Debe hallarse alguna manera por la cual puedan ganarse la vida.
A algunos será necesario enseñarles a trabajar. Otros que trabajan
arduamente y se ven recargados hasta lo sumo para sostener sus
familias, necesitarán auxilio especial. Debemos interesarnos en esos
casos, y ayudarles a conseguir empleo. Debe haber un fondo para
ayudar a estas familias pobres, dignas, que aman a Dios y guardan
sus mandamientos.
Debe ejercerse cautela para que los recursos que se necesitan
para esta obra no sean desviados hacia otros fines Auxiliar a los
pobres que, por observar los mandamientos de Dios, se ven reducidos
a padecer necesidad, es cosa muy diferente de lo que sería dejarlos
en el abandono para ayudar a personas blasfemas que pisoteen los
mandamientos de Dios. Y Dios ve la diferencia. Los observadores
del sábado no deben pasar por alto a los dolientes y menesterosos
del Señor, para asumir la carga de sostener a aquellos que continúan
transgrediendo la ley de Dios, a aquellos que se han acostumbrado a
esperar ayuda de cualquiera que los quiera sostener. Esta no es la
debida clase de obra misionera. No está en armonía con el plan de
Dios.
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Dondequiera que se establezca una iglesia, sus miembros deben
hacer una obra fiel por los creyentes menesterosos. Pero no deben
cesar con éstos. Deben ayudar también a otros, sin tener en cuenta
su fe. Como resultado de un esfuerzo tal, algunos de éstos recibirán
las verdades especiales para este tiempo.
“Cuando hubiere en ti menesteroso de alguno de tus hermanos
en alguna de tus ciudades, en tu tierra que Jehová tu Dios te da, no
endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano a tu hermano pobre:
mas abrirás a él tu mano liberalmente, y en efecto le prestarás lo que
basta, lo que hubiere menester. Guárdate que no haya en tu corazón
perverso pensamiento, diciendo: Cerca está el año séptimo, el de la
remisión; y tu ojo sea maligno sobre tu hermano menesteroso para
no darle: que él podrá clamar contra ti a Jehová, y se te imputará a
pecado. Sin falta le darás, y no sea tu corazón maligno cuando le