Página 164 - El Ministerio de la Bondad (1977)

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El Ministerio de la Bondad
juicio, sino pedir el consejo de sus hermanos que tienen experiencia.
A los que les falta buen juicio y economía, con frecuencia no están
dispuestos a buscar el consejo. Piensan generalmente que entienden
cómo manejarse en sus negocios temporales y no están dispuestos
a seguir un consejo. Cometen errores y sufren sus consecuencias.
Sus hermanos están apenados al verlos sufrir y los ayudan a salir
de la dificultad. Sus procedimientos faltos de sabiduría afectan a la
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iglesia. Se usan medios de la tesorería de Dios que debieran haberse
empleado para hacer avanzar la causa de la verdad presente.
Si estos pobres hermanos tomaran una actitud humilde y estu-
vieran dispuestos a ser advertidos y aconsejados por sus hermanos,
y entonces se vieran en aprietos, sus hermanos debieran sentir que
es su deber ayudarlos alegremente para que salgan de la dificultad.
Pero si ellos eligen su propia conducta y dependen de su juicio,
debiera dejárselos para que sientan plenamente las consecuencias de
su proceder falto de sabiduría y aprendan por experiencia propia que
“en la multitud de consejeros hay salud”. Los hijos de Dios debieran
estar sujetos el uno al otro. Debieran consultarse mutuamente, para
que la falta de uno sea suplida por la suficiencia del otro.—
The
Review and Herald, 18 de abril de 1871
.
La mayoría de los pobres podrían valerse por sí mismos
Hay muy pocos en nuestra tierra de abundancia que realmente sean
tan pobres que necesiten ayuda. Si procedieran correctamente, casi
en cada caso podrían verse libres de la necesidad. Mi exhortación
a los ricos es: Tratad liberalmente con vuestros hermanos pobres,
y usad vuestros medios para hacer avanzar la causa de Dios. Los
pobres dignos, los que se han empobrecido por la desgracia y la en-
fermedad, merecen nuestro cuidado especial y ayuda. “Finalmente,
sed todos de un mismo corazón, compasivos, amandoos fraternal-
mente, misericordiosos, amigables”.—
Testimonies for the Church
1:481
.
Observad la regla de oro
—Dios, con frecuencia, levanta a algu-
nos que protejan a los pobres de ser colocados en una situación que
sería una pérdida para ellos, aun cuando se perjudiquen los protec-
tores. Este es el deber del hombre hacia su prójimo. No es correcto
aprovecharse de la ignorancia de un hombre porque no pueda discer-
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nir el resultado de su proceder. Es el deber de su hermano arreglar el
asunto personal, clara y fielmente ante él, en todos sus aspectos, para