Capítulo 24—Los pobres deben ejercer la
benevolencia
No la cantidad, sino el amor que mueve
—Los pobres no están
excluidos del privilegio de dar. Ellos, tanto como los ricos, pueden
tener una parte en esta obra. La lección que Cristo dió acerca de
las dos blancas de la viuda muestra que la más pequeña ofrenda
voluntaria de los pobres, si proviene de un corazón de amor, es tan
aceptable como las mayores donaciones de los ricos. En las balanzas
del santuario, las dádivas de los pobres, ofrendadas por amor a Cristo,
son estimadas no de acuerdo con la cantidad dada sino de acuerdo
con el amor que mueve al sacrificio.—
The Review and Herald, 10
de octubre de 1907
.
También se requiere sacrificio de los pobres
—Algunos que
son pobres en los bienes de este mundo se sienten inclinados a
colocar toda la responsabilidad sobre los hombros de los pudientes.
Pero no se dan cuenta de que también tienen una obra que hacer.
Dios requiere que hagan un sacrificio.—
Ibid. 18 de abril de 1871
.
Ella hizo todo lo que podía
—El Salvador llamó a sí a sus dis-
cípulos, y les pidió que notasen la pobreza de la viuda. Entonces
sus palabras de elogio cayeron en los oídos de ella: “De verdad os
digo, que esta pobre viuda echó más que todos”. Lágrimas de gozo
llenaron sus ojos al sentir que su acto era comprendido y apreciado.
Muchos le habrían aconsejado que guardase su pitanza para su pro-
pio uso. Puesta en las manos de los bien alimentados sacerdotes, se
perdería de vista entre los muchos y costosos donativos traídos a la
tesorería. Pero Jesús comprendía el motivo de ella. Ella creía que el
servicio del templo era ordenado por Dios, y anhelaba hacer cuanto
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pudiese para sostenerlo. Hizo lo que pudo, y su acto había de ser un
monumento a su memoria para todos los tiempos, y su gozo en la
eternidad. Su corazón acompañó a su donativo, cuyo valor se había
de estimar, no por el de la moneda, sino por el amor hacia Dios y el
interés en su obra que había impulsado la acción.
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