Página 167 - El Ministerio de la Bondad (1977)

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Los pobres deben ejercer la benevolencia
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Jesús dijo acerca de la pobre viuda: “Echó más que todos”. Los
ricos habían dado de su abundancia, muchos de ellos para ser vistos
y honrados de los hombres. Sus grandes donativos no los habían
privado de ninguna comodidad, ni siquiera de algún lujo; no habían
requerido sacrificio alguno y no podían compararse en valor con las
blancas de la viuda.
Es el motivo lo que da carácter a nuestros actos, marcándolos
con ignominia o con alto valor moral. No son las cosas grandes
que todo ojo ve y que toda lengua alaba lo que Dios tiene por
más precioso. Los pequeños deberes cumplidos alegremente, los
pequeños donativos dados sin ostentación, y que a los ojos humanos
pueden parecer sin valor, se destacan con frecuencia más altamente
a su vista. Un corazón lleno de fe y de amor es más apreciable para
Dios que el don más costoso. La pobre viuda dió lo que necesitaba
para vivir al dar lo poco que dió. Se privó de alimento para entregar
esas dos blancas a la causa que amaba. Y lo hizo con fe, creyendo
que su Padre celestial no pasaría por alto su gran necesidad. Fué
este espíritu abnegado y esta fe infantil lo que mereció el elogio del
Salvador.
Entre los pobres hay muchos que desean demostrar su gratitud a
Dios por su gracia y verdad. Anhelan participar con sus hermanos
más prósperos en el sostenimiento de su servicio. Estas almas no
deben ser repelidas. Permítaseles poner sus blancas en el banco del
cielo. Si las dan con corazón lleno de amor por Dios, estas aparentes
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bagatelas llegan a ser donativos consagrados, ofrendas inestimables
que Dios aprecia y bendice.—
El Deseado de Todas las Gentes, 566,
567
.
Cómo respondió la Iglesia de Macedonia
—Pablo escribió a
la Iglesia de Corinto: “Asimismo, hermanos, os hacemos saber la
gracia de Dios que ha sido dada a las iglesias de Macedonia: que
en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su
profunda pobreza abundaron en riquezas de su bondad. Pues de su
grado han dado conforme a sus fuerzas, yo testifico, y aun sobre
sus fuerzas; pidiéndonos con muchos ruegos, que aceptásemos la
gracia y la comunicación del servicio para los santos. Y no como lo
esperábamos, más aun a sí mismos se dieron primeramente al Señor,
y a nosotros por la voluntad de Dios. De manera que exhortamos a