Parte 8—Los desventurados
En la noche de tinieblas espirituales, la gloria de Dios debe
resplandecer mediante la obra que hace su iglesia al levantar al
abatido y al consolar a los que lloran. En todo nuestro derredor se
oye el llanto de un mundo afligido. Por todos lados hay
menesterosos y angustiados. Nos incumbe aliviar y suavizar las
asperezas y miserias de la vida. Sólo el amor de Cristo puede
satisfacer las necesidades del alma. Si Cristo mora en nosotros,
nuestro corazón rebosará de simpatía divina. Se abrirán los
manantiales sellados de un amor ferviente como el de Cristo.—
La
Historia de Profetas y Reyes, 530, 531
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