Capítulo 25—Nuestro deber hacia los
desventurados
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“Porque libraba al pobre que gritaba, y al huérfano que carecía de
ayudador. La bendición del que se iba a perder venía sobre mí: y al
corazón de la viuda daba alegría. Vestíame de justicia, y ella me
vestía como un manto; y mi toca era juicio. Yo era ojos al ciego, y
pies al cojo. A los menesterosos era padre: y de la causa que no
entendía, me informaba con diligencia”.
Job 29:12-16
.
Compasión para con los ciegos, cojos y afligidos
—Los que
tienen compasión por los infortunados, los ciegos, los cojos, los afli-
gidos, las viudas, los huérfanos y los necesitados son representados
por Cristo como observadores de los mandamientos que tendrán
vida eterna.—
Testimonies for the Church 3:512
.
Simpatías congeladas
—En vista de lo que el cielo esta hacien-
do para salvar a los perdidos, ¿cómo pueden los que son participantes
de las riquezas de la gracia de Cristo retirar su interés y sus simpatías
de sus prójimos? ¿Cómo pueden entregarse al orgullo de clase o
casta y despreciar a los infortunados y a los pobres?
Sin embargo, es evidente que el orgullo de clases y la opresión
de los pobres que prevalecen en el mundo existen también entre los
profesos seguidores de Cristo. En el caso de muchos, la simpatía
que debiera ejercerse en una medida plena hacia la humanidad
parece congelada. Los hombres se apropian para sí mismos de los
medios que les han sido confiados para bendecir a otros. Los ricos
se aprovechan del duro trabajo que imponen a los pobres y emplean
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los medios así obtenidos para satisfacer su orgullo y amor a la
ostentación aun en la casa de Dios. ... Si no fuera porque el Señor
ha revelado su amor a los pobres y humildes de corazón contrito,
este mundo sería un triste lugar para los pobres.—
The Review and
Herald, 20 de junio de 1893
.
Hagamos nuestra la condición de nuestro hermano infortu-
nado
—Cuando un hombre está luchando honradamente para sos-
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