Un pedido para una obra equilibrada
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En cada lugar donde el mensaje sea proclamado, los misioneros
deben ir adelante con sus Biblias en las manos. Las almas deben ser
convertidas y establecidas en la verdad. Debe levantarse un salón de
reuniones. La luz debe brillar delante de los creyentes, que deben
ser como una ciudad asentada sobre una colina. La iglesia debe ser
en ese lugar un testigo de lo que la verdad puede realizar.—
Carta
41, 1900
.
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