Página 27 - El Ministerio de la Bondad (1977)

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La compasión de Cristo hacia el sufrimiento humano
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Cristo es el único que experimentó todas las penas y tentaciones
que sobrevienen a los seres humanos. Nunca fué tan fieramente
perseguido por la tentación otro ser nacido de mujer; nunca llevó
otro una carga tan pesada de los pecados y dolores del mundo. Nunca
hubo otro cuya simpatía fuese tan abarcante y tierna. Habiendo
participado de todo lo que experimenta la especie humana, no sólo
podía condolerse de todo aquel que estuviese abrumado y tentado
en la lucha, sino que sentía con él.—
La Educación, 74
.
Cristo llegó hasta el rico y el pobre por igual
—Cristo tomó
una posición que lo niveló con los pobres, para que por su pobreza
pudiéramos llegar a ser ricos en perfección de carácter y ser, como él
fué, un sabor de vida para vida. Al empobrecerse él podía simpatizar
con los pobres. Su humanidad podía palpar la humanidad de éstos
y ayudarlos a alcanzar la perfección de los buenos hábitos y de un
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carácter noble. El pudo enseñarles cómo atesorar para sí mismos
riquezas imperecederas en el cielo. El jefe de las cortes celestiales
llegó a ser uno con la humanidad, un participante de sus sufrimientos
y aflicciones, para que por la representación de su carácter en su
inmaculada pureza, ellos pudieran llegar a ser participantes de su
naturaleza divina, escapando de la corrupción que está en el mundo
por la concupiscencia. Y Cristo era una alegría para los ricos, porque
les podía enseñar cómo sacrificar sus posesiones terrenas y ayudar a
salvar las almas que perecían en la oscuridad del error.—
Carta 150,
1899
.
Cultivar la compasión y la simpatía que caracterizaban a
Cristo
—La tierna simpatía de nuestro Salvador se despertó por la
caída y doliente humanidad. Si queréis ser sus seguidores debéis
cultivar la compasión y la simpatía. La indiferencia hacia las aflic-
ciones humanas se tornará en un vivo interés hacia el sufrimiento
de otros. La viuda, el huérfano, el enfermo y el moribundo siempre
necesitan ayuda. Allí hay una oportunidad para proclamar el Evan-
gelio, de elevar a Jesús, que es la esperanza y el consuelo de todos
los hombres. Cuando el cuerpo enfermo ha sido aliviado y habéis
demostrado un vivo interés por el afligido, el corazón se abre y es
posible derramar en él el bálsamo celestial. Si estáis mirando a Jesús
y aprendiendo de su sabiduría y fortaleza y gracia, podréis impartir
su consuelo a otros, porque el Consolador está con vosotros.—
The
Medical Missionary, 1 de enero de 1891
.
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