Página 26 - El Ministerio de la Bondad (1977)

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El Ministerio de la Bondad
hizo pobre, para que por medio de su pobreza ellos fueran hechos
ricos. Por ellos se negó a sí mismo; por ellos soportó la privación,
el escarnio, el desprecio, el sufrimiento y la muerte. Por ellos él
tomó la forma de un siervo. Este es nuestro modelo, ¿lo imitaremos?
¿Tendremos cuidado por la heredad de Dios? ¿Fomentaremos una
tierna compasión por los que yerran, los tentados y los probados?—
Carta 45, 1894
.
Tocado con el sentimiento de nuestras dolencias
—Cristo,
nuestro sustituto y fiador, fué un varón de dolores experimenta-
do en quebranto. Su vida humana fué un largo afán en favor de la
heredad que había comprado a tan infinito costo. Fué conmovido
con el sentimiento de nuestras dolencias. En vista del valor que
atribuye a lo que ha comprado con su sangre, los adopta como sus
hijos, haciendo de ellos el objeto de su tierno cuidado, y para que
ellos puedan suplir sus necesidades temporales y espirituales, él los
encomienda a su iglesia, diciendo: “En cuanto lo hicisteis a uno de
éstos mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicisteis”.—
Manuscrito 40,
1899
.
Cristo vino para aliviar el sufrimiento
—Este mundo es un
vasto lazareto, pero Cristo vino para sanar a los enfermos y proclamar
liberación a los cautivos de Satanás. El era en sí mismo la salud y la
fuerza. Impartía vida a los enfermos, a los afligidos, a los poseídos
de los demonios. No rechazaba a ninguno que viniese para recibir
su poder sanador. Sabía que aquellos que le pedían ayuda habían
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atraído la enfermedad sobre sí mismos; sin embargo no se negaba
a sanarlos. Y cuando la virtud de Cristo penetraba en estas pobres
almas, quedaban convencidas de pecado, y muchos eran sanados
de su enfermedad espiritual tanto como de sus dolencias físicas. El
Evangelio posee todavía el mismo poder y ¿por qué no habríamos
de presenciar hoy los mismos resultados?
Cristo siente los males de todo doliente. Cuando los malos espíri-
tus desgarran un cuerpo humano, Cristo siente la maldición. Cuando
la fiebre consume la corriente vital, él siente la agonía. Y está tan
dispuesto a sanar a los enfermos ahora como cuando estaba perso-
nalmente en la tierra. Los siervos de Cristo son sus representantes,
los conductos por los cuales ha de obrar. El desea ejercer por ellos
su poder curativo.—
El Deseado de Todas las Gentes, ed. PPPA, 763
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