Nuestro ejemplo en la obra de asistencia social
47
sus palabras amables y actos bondadosos, interpretaba el Evangelio
a los hombres.
Aunque fué breve el período de su ministerio público, cumplió
la obra que vino a realizar. ¡Cuán solemnes eran las verdades que en-
señaba! ¡Cuán completa la obra de su vida! ¡Qué alimento espiritual
impartía diariamente cuando presentaba el pan de vida a millares de
almas hambrientas! Su vida fué un ministerio viviente de la palabra.
[61]
Nunca prometió algo que no cumpliera.
Las palabras de vida fueron presentadas con tal sencillez que
un niño podía entenderlas. Hombres, mujeres y niños estaban tan
impresionados con su manera de explicar las Escrituras que ellos
podían captar la misma entonación de su voz, emplear el mismo
énfasis en sus palabras e imitar sus ademanes. La juventud captaba su
espíritu misionero y procuraba imitar después sus amables maneras
al procurar ayudar a aquellos que veía que necesitaban socorro.
Así como rastreamos el curso de una corriente de agua por la
línea de viviente verdor que produce, de la misma manera Cristo
podía ser visto en los actos de misericordia que marcaban su sendero
a cada paso. Doquiera iba brotaba la salud, y la alegría lo seguía
dondequiera que él pasaba. Los ciegos y los sordos se regocijaban
en su presencia. Sus palabras abrían al ignorante una fuente de vida.
Prodigaba sus bendiciones abundante y continuamente. Eran los
acumulados tesoros de la eternidad, dados en Cristo, los ricos dones
del Señor al hombre.
La obra de Cristo en favor del hombre no ha terminado. Continúa
hoy día. De la misma manera sus embajadores deben predicar el
Evangelio y revelar su bondadoso amor por las almas perdidas y que
perecen. Mediante un interés genuino en los que necesitan ayuda,
han de dar una demostración práctica de la verdad del Evangelio.
Mucho más que un mero sermonear está incluido en estas palabras
La evangelización del mundo es la obra que Dios ha dado a aquellos
que avanzan en su nombre. Son colaboradores con Cristo que revelan
a los que están por perecer, su tierno y compasivo amor. Dios llama a
miles a trabajar para él, no para predicar a los que conocen la verdad
[62]
para este tiempo, sino para amonestar a los que jamás han oído el
último mensaje de misericordia. Trabajad con un corazón lleno de
un ferviente anhelo por las almas. Haced la obra médico-misionera.