Página 84 - El Ministerio de la Bondad (1977)

Basic HTML Version

80
El Ministerio de la Bondad
bajo su vigilancia, bajo su dirección, veréis grandes resultados. De
nuestra fidelidad en esta obra, no sólo depende el bienestar de otros,
sino nuestro propio destino eterno.—
Lecciones Prácticas del Gran
Maestro, 356
.
Cristo entra en los hogares con ellos
—El Señor desea que la
verdad se acerque íntimamente a la gente, y esto se puede realizar
únicamente por medio de la labor personal. Mucho está encerrado
en la orden: “Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a
entrar, para que se llene mi casa”. Hay una obra que hacer en este
sentido que no ha sido hecha todavía. Los obreros de Dios enseñen
la verdad en las familias, acercándose íntimamente a aquellos por
quienes trabajan. Si así cooperan con Dios él los revestirá con poder
espiritual. Cristo los guiará en su obra, entrando en las casas de la
gente con ellos y dándoles palabras que penetrarán profundamente
en el corazón de los oyentes. El Espíritu Santo abrirá los corazones
y las mentes para recibir los rayos que vienen de la Fuente de toda
luz.—
The Review and Herald, 29 de diciembre de 1904
.
Traed esperanza a la gente
—Es imposible que el hombre que
cree en Cristo vea la obra que necesita ser hecha y sin embargo no
haga nada. Hemos de recibir diariamente del cielo el bálsamo sana-
dor de la gracia de Dios para socorrer a los necesitados y dolientes.
[104]
Los seguidores de Cristo han de saber de las angustias de los pobres
en su vecindario inmediato y han de procurar remediarlas. Aquellos
que llevan una vida oscura y desagradable son precisamente los que
debiéramos instar a confiar, porque Cristo es su Salvador. ¿No hay
quienes puedan ir de casa en casa, de familia en familia y repitan el
A B C de la verdadera experiencia cristiana?—
Ibid. 11 de abril de
1912
.
La experiencia de E. G. de White en las visitas misioneras
Recuerdo cuando vino sobre mí el poder transformador de Dios en
mi niñez, y deseaba que todos recibieran la bendición que yo tenía y
no podía descansar hasta que les había contado de ella. Comencé a
visitar a mis jóvenes compañeros y fuí a sus casas para hablar con
ellos y contarles de mi experiencia, cuán precioso me era el Salvador
y cómo quería servirle, y cómo quería que ellos también le sirvieran.
Hablaba pues de lo precioso que es Cristo y les decía: “¿No quieren
arrodillarse conmigo y orar?” Algunos se arrodillaban y algunos
se sentaban en una silla, pero antes de que termináramos, todos se