Página 114 - El Ministerio de Curacion (1959)

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El Ministerio de Curacion
confianza, voy a esperar para ver si permanece firme.” Muchas veces
es precisamente esta desconfianza la que hace tropezar al tentado.
Deberíamos tratar de comprender la flaqueza de los demás. Poco
sabemos de las pruebas que soporta el corazón de los que han estado
encadenados en las tinieblas, y a quienes faltan resolución y fuerza
moral. Por demás de lamentar es la condición del que sufre remordi-
miento; está como quien, aturdido y tambaleante, se hundiese en el
polvo. No puede ver nada con claridad. Tiene el espíritu nublado, no
sabe qué pasos dar. Muchos viven sin que nadie los entienda ni los
aprecie, llenos de desesperación y de angustia, como pobres ovejas
perdidas y descarriadas. No pueden encontrar a Dios, y sin embargo
tienen ansias intensas de obtener perdón y paz.
¡Ah! ¡no les digáis una sola palabra que ahonde su dolor! Al que
se siente apesadumbrado por una vida de pecado, pero que no sabe
dónde encontrar alivio, presentadle al Salvador compasivo. Tomadle
de la mano, levantadle, decidle palabras de aliento y de esperanza.
Ayudadle a asirse de la mano del Salvador.
Nos dejamos desalentar con demasiada facilidad respecto a los
que no corresponden en el acto a los esfuerzos que hacemos por ellos.
No debemos jamás dejar de trabajar por una alma mientras quede
un rayo de esperanza. Las preciosas almas costaron al Redentor
demasiados sacrificios para que queden abandonadas así al poder
del tentador.
Debemos ponernos en el lugar de los tentados. Consideremos
la fuerza de la herencia, la influencia de las malas compañías, el
poder de los malos hábitos. ¿Qué tiene de extraño que bajo seme-
jantes influencias muchos se degraden? ¿Debe sorprendernos que
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no se apresuren a corresponder a los esfuerzos que se hacen para
levantarlos?
Muchas veces, luego de ganados al Evangelio, los que parecían
toscos y poco promisorios, llegan a ser sus partidarios y defensores
más leales y ardientes. No estaban del todo corrompidos. Bajo una
apariencia repulsiva, hay en ellos buenos impulsos que se pueden
despertar. Sin una mano que les ayude, muchos no lograrán jamás
reponerse moralmente; pero mediante esfuerzos pacientes y constan-
tes se los puede levantar. Necesitan palabras de ternura, benevolente
consideración, ayuda positiva. Necesitan consejos que no apaguen