Asistencia a los desvalidos sin trabajo ni hogar
Hay hombres y mujeres de corazón generoso que consideran
ansiosamente la condición de los pobres y el modo de aliviarlos.
¿Cómo asistir a los desvalidos sin trabajo ni hogar para que obtengan
las bendiciones comunes de la providencia de Dios y para que lleven
la vida que él dispuso que el hombre llevara? es una pregunta a la
que muchos procuran contestar. Pero no son muchos, aun entre los
educadores y estadistas, los que comprenden las causas del estado
actual de la sociedad. Los que llevan las riendas del gobierno son
incapaces de resolver el problema de la miseria, del pauperismo
y del incremento del crimen. En vano se esfuerzan para poner las
operaciones comerciales sobre una base más segura.
Si los hombres se fijaran más en la enseñanza de la Palabra de
Dios, encontrarían solución a esos problemas que los dejan perplejos.
Mucho podría aprenderse del Antiguo Testamento respecto a la
cuestión del trabajo y de la asistencia al pobre.
El plan de Dios para Israel
En el plan de Dios para Israel, cada familia tenía su propia casa
en suficiente tierra de labranza. De este modo quedaban asegurados
los medios y el incentivo para hacer posible una vida provechosa,
laboriosa e independiente. Y ninguna especulación humana ha me-
jorado jamás semejante plan. Al hecho de que el mundo se apartó
de él, se debe en gran parte la pobreza y la miseria que imperan hoy.
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Al establecerse Israel en Canaán, la tierra fué repartida entre
todo el pueblo, menos los levitas que, en calidad de ministros del
santuario, quedaban exceptuados de la repartición. Las tribus fueron
empadronadas por familias, y a cada familia, según el número de
sus miembros, le fué concedida una heredad.
Y si bien era cierto que uno podía enajenar su posesión por algún
tiempo, no podía, sin embargo, deshacerse definitivamente de ella
en perjuicio de la herencia de sus hijos. En cuanto pudiese rescatar
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