Asistencia a los desvalidos sin trabajo ni hogar
123
su heredad, le era lícito hacerlo en cualquier momento. Las deudas
eran perdonadas cada séptimo año, y cada cincuenta años, o sea en
ocasión del jubileo, todas las fincas volvían a sus primitivos dueños.
“La tierra no se venderá rematadamente—mandó el Señor,—
porque la tierra mía es; que vosotros peregrinos y extranjeros sois
para conmigo. Por tanto, en toda la tierra de vuestra posesión, otor-
garéis redención a la tierra. Cuando tu hermano empobreciere, y
vendiere algo de su posesión, vendrá el rescatador, su cercano, y
rescatará lo que su hermano hubiere vendido. Y cuando el hombre
... hallare lo que basta para su rescate, ... volverá a su posesión. Mas
si no alcanzare su mano lo que basta para que vuelva a él, lo que
vendió estará en poder del que lo compró hasta el año del jubileo.”
“Santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra
a todos sus moradores: éste os será jubileo; y volveréis cada uno a
su posesión, y cada cual volverá a su familia.”
Levítico 25:23-28,
10
.
De este modo cada familia quedaba segura de su posesión, y
había una salvaguardia contra los extremos, tanto de la riqueza como
de la pobreza.
La educación industrial
En Israel considerábase como un deber la educación industrial.
Todo padre tenía obligación de enseñar a sus hijos algún oficio útil.
[140]
Los mayores hombres de Israel fueron educados para desempeñar
oficios. El conocimiento de las labores domésticas se consideraba
indispensable para toda mujer. Y la destreza en el desempeño de
estas tareas era honrosa para las mujeres de la clase más encumbrada.
En las escuelas de los profetas se enseñaban varios oficios, y
muchos estudiantes se mantenían a sí mismos con su trabajo manual.
Consideración para con los pobres
Estas disposiciones, sin embargo, no acabaron por completo con
la pobreza. Tampoco era propósito de Dios que cesara toda pobreza.
Esta es uno de los medios de que él dispone para el desarrollo del
carácter. “Porque no faltarán menesterosos de en medio de la tierra;—
dice Dios—por eso yo te mando, diciendo: Abrirás tu mano a tu