Página 142 - El Ministerio de Curacion (1959)

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El Ministerio de Curacion
experiencia de los ancianos. Más que nada necesitan aprender a
servir con abnegación. La presencia de alguien que necesita simpatía,
longanimidad y amor abnegado será de inestimable bendición para
más de una familia. Suavizará y pulirá la vida del hogar, y sacará a
relucir en viejos y jóvenes las gracias cristianas que los revestirán
de divina belleza y los enriquecerán con tesoros imperecederos del
cielo.
“Siempre tendréis los pobres con vosotros—dijo Cristo,—y
cuando quisiereis les podréis hacer bien.”
Marcos 14:7
. “La re-
ligión pura y sin mácula delante de Dios y Padre es esta: Visitar los
huérfanos y las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha
de este mundo.”
Santiago 1:27
.
Al poner entre ellos a los desamparados y a los pobres, para que
dependan de su cuidado, Cristo prueba a los que dicen ser sus discí-
pulos. Por nuestro amor y servicio en pro de sus hijos necesitados
revelamos lo verdadero de nuestro amor a él. Desatenderlos equivale
a declararnos falsos discípulos, extraños a Cristo y a su amor.
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Aunque se hiciera todo lo posible para proporcionar hogar a los
huérfanos, quedarían aún muchos por atender. Muchos de ellos han
heredado propensiones al mal. Prometen poco, no son atractivos,
sino perversos; pero los compró la sangre de Cristo, y para él son
tan preciosos como nuestros hijitos. De no serles tendida una mano
de auxilio, crecerán en la ignorancia y los arrastrarán el vicio y el
crimen. Muchos de estos niños podrían ser librados de estos peligros
mediante la obra de asilos de huérfanos.
Estas instituciones, para ser eficaces, deberían estar organizadas,
en todo lo posible, según el modelo de un hogar cristiano. En vez
de grandes establecimientos que amparen a gran número de niños,
deberían ser más bien pequeñas instituciones colocadas en varios
puntos. En vez de encontrarse dentro o cerca de alguna gran ciudad,
convendría que estuvieran en el campo, donde pueden adquirirse
tierras de cultivo, y donde los niños podrían entrar en contacto con
la naturaleza y tener los beneficios de una educación industrial.
Los encargados de semejante hogar deberían ser hombres y
mujeres de gran corazón, de cultura y de abnegación; hombres y
mujeres que emprendieran la obra por amor a Cristo y que educaran
a los niños para él. Bajo un cuidado tal, muchos niños sin familia