Página 256 - El Ministerio de Curacion (1959)

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La madre
Los hijos serán en gran medida lo que sean sus padres. Las con-
diciones físicas de éstos, sus disposiciones y apetitos, sus aptitudes
intelectuales y morales, se reproducen, en mayor o menor grado, en
sus hijos.
Cuanto más nobles sean los propósitos que animen a los padres,
cuanto más elevadas sus dotes intelectuales y morales, cuanto más
desarrolladas sus facultades físicas, mejor será el equipo que para la
vida den a sus hijos. Cultivando en sí mismos las mejores prendas,
los padres influyen en la formación de la sociedad de mañana y en
el ennoblecimiento de las futuras generaciones.
Los padres y las madres deben comprender su responsabilidad.
El mundo está lleno de trampas para los jóvenes. Muchísimos son
atraídos por una vida de placeres egoístas y sensuales. No pueden
discernir los peligros ocultos o el fin temible de la senda que a ellos
les parece camino de la felicidad. Cediendo a sus apetitos y pasiones,
malgastan sus energías, y millones quedan perdidos para este mundo
y para el venidero. Los padres deberían recordar siempre que sus
hijos tienen que arrostrar estas tentaciones. Deben preparar al niño
desde antes de su nacimiento para predisponerlo a pelear con éxito
las batallas contra el mal.
Esta responsabilidad recae principalmente sobre la madre, que
con su sangre vital nutre al niño y forma su armazón física, le
comunica también influencias intelectuales y espirituales que tienden
a formar la inteligencia y el carácter. Jocabed, la madre hebrea de fe
robusta y que no temía “el mandamiento del rey” (
Hebreos 11:23
),
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fué la mujer de la cual nació Moisés, el libertador de Israel. Ana, la
mujer que oraba, abnegada y movida por la inspiración celestial, dió
a luz a Samuel, el niño instruido por el Cielo, el juez incorruptible, el
fundador de las escuelas sagradas de Israel. Elisabet, la parienta de
María de Nazaret y animada del mismo espíritu que ésta, fué madre
del precursor del Salvador.
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