Página 257 - El Ministerio de Curacion (1959)

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La madre
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Templanza y dominio propio
En las Escrituras se explica el cuidado con que la madre debe
vigilar sus propios hábitos de vida. Cuando el Señor quiso suscitarse
a Sansón por libertador de Israel, “el ángel de Jehová” apareció a
la madre y le dió instrucciones especiales respecto a sus hábitos de
vida y a cómo debía tratar a su hijo. “No bebas—le dijo—vino, ni
sidra, ni comas cosa inmunda.”
Jueces 13:13, 7
.
Muchos padres creen que el efecto de las influencias prenatales
es cosa de poca monta; pero el Cielo no las considera así. El mensaje
enviado por un ángel de Dios y reiterado en forma solemnísima
merece que le prestemos la mayor atención.
Al hablar a la madre hebrea, Dios se dirige a todas las madres
de todos los tiempos. “Ha de guardar—dijo el ángel—todo lo que
le mandé.” El bienestar del niño dependerá de los hábitos de la
madre. Ella tiene, pues, que someter sus apetitos y sus pasiones al
dominio de los buenos principios. Hay algo que ella debe rehuir,
algo contra lo cual debe luchar si quiere cumplir el propósito que
Dios tiene para con ella al darle un hijo. Si, antes del nacimiento
de éste, la madre procura complacerse a sí misma, si es egoísta,
impaciente e imperiosa, estos rasgos de carácter se reflejarán en
el temperamento del niño. Así se explica que muchos hijos hayan
recibido por herencia tendencias al mal que son casi irresistibles.
Pero si la madre se atiene invariablemente a principios rectos,
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si es templada y abnegada, bondadosa, apacible y altruísta, puede
transmitir a su hijo estos mismos preciosos rasgos de carácter. Muy
terminante fué la prohibición impuesta a la madre de Sansón respecto
al vino. Cada gota de bebida alcohólica que la madre toma para
halagar al paladar compromete la salud física, intelectual y moral de
su hijo, y es un pecado positivo contra su Creador.
Muchos insisten en que debe satisfacerse todo antojo de la ma-
dre; sostienen que si desea un alimento cualquiera, por nocivo que
sea, este deseo debe ser ampliamente satisfecho. Esto es falso y
entraña peligro. Las necesidades físicas de la madre no deben des-
cuidarse en manera alguna. Dos vidas dependen de ella, y sus deseos
deben ser cariñosamente atendidos, y sus necesidades satisfechas
con liberalidad. Pero en este período más que nunca debe evitar, en
su alimentación y en cualquier otro asunto, todo lo que pudiera me-