Página 26 - El Ministerio de Curacion (1959)

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El Ministerio de Curacion
prorrumpid, montes, en alabanza;
bosque, y todo árbol que en él está:
porque Jehová redimió a Jacob,
y en Israel será glorificado.”
Isaías 44:23
.
Desde la cárcel de Herodes, donde, defraudadas sus esperanzas,
Juan Bautista velaba y aguardaba, mandó dos de sus discípulos a
Jesús con el mensaje: “¿Eres tú aquél que había de venir, o esperare-
mos a otro?”
Mateo 11:3
.
El Salvador no respondió en el acto a la pregunta de estos discí-
pulos. Mientras ellos esperaban, extrañando su silencio, los afligidos
acudían a Jesús. La voz del poderoso Médico penetraba en el oído
del sordo. Una palabra, el toque de su mano, abría los ojos ciegos
para que contemplasen la luz del día, las escenas de la naturaleza,
los rostros amigos, y el semblante del Libertador. Su voz llegaba a
los oídos de los moribundos, y éstos se levantaban sanos y vigorosos.
Los endemoniados paralíticos obedecían su palabra, les dejaba la
locura, y le adoraban a él. Los campesinos y jornaleros pobres, de
quienes se apartaban los rabinos por creerlos impuros, se reunían en
torno suyo, y él les hablaba palabras de vida eterna.
Así transcurrió el día, viéndolo y oyéndolo todo los discípulos de
Juan. Finalmente, Jesús los llamó y les mandó que volvieran a Juan
y le dijeran lo que habían visto y oído, añadiendo: “Bienaventurado
es el que no fuere escandalizado en mí.”
Vers. 6
. Los discípulos
llevaron el mensaje, y esto bastó.
Juan recordó la profecía concerniente al Mesías: “Jehová me ha
ungido para anunciar buenas nuevas a los mansos; me ha enviado
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para vendar a los quebrantados de corazón, para proclamar a los
cautivos libertad, y a los aprisionados abertura de la cárcel; para
proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, ... para consolar a
todos los que lloran.”
Isaías 61:1, 2 (VM)
. Jesús de Nazaret era el
Prometido. Demostraba su divinidad al satisfacer las necesidades de
la humanidad doliente. Su gloria resaltaba por su condescendencia
al colocarse a nuestro humilde nivel.
Las obras de Cristo no sólo declaraban que era el Mesías, sino
que manifestaban cómo iba a establecerse su reino. Juan percibió
en revelación la misma verdad que fué comunicada a Elías en el
desierto cuando “un viento grande e impetuoso rompía los montes,