Página 279 - El Ministerio de Curacion (1959)

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La verdadera educación prepara para la obra misionera
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muchos jóvenes pierden su sencillez y pureza, su fe en Dios, y el
espíritu de abnegación que padres y madres cristianos fomentaron
y conservaron en ellos por medio de instrucciones cuidadosas y
fervorosas oraciones.
Muchos de los que entran en la escuela con propósito de pre-
pararse para desempeñar algún servicio abnegado, concluyen por
absorberse en estudios profanos. Se despierta en ellos la ambición de
descollar entre sus compañeros y de adquirir puestos y honores en el
mundo. Pronto llegan a perder de vista el objeto que los llevara a la
escuela, y se entregan a la persecución de fines egoístas y mundanos.
Y a menudo contraen hábitos que arruinan su vida para este mundo
y para el venidero.
Por lo general, los hombres y las mujeres de ideales amplios, de
propósitos generosos y nobles aspiraciones, son aquellos en quienes
se desarrollaron estos rasgos característicos por las compañías con
que se juntaron en sus primeros años. En todas sus relaciones con
Israel, Dios insistió en lo importante que era velar por las compañías
de sus hijos. Todas las disposiciones de la vida civil, religiosa y
social tendían a preservar a los niños del trato con gente perniciosa
y a familiarizarlos desde su más temprana edad con los preceptos
y principios de la ley de Dios. La lección objetiva dada al nacer la
nación fué de tal naturaleza que debía impresionar hondamente los
corazones. Antes que el último y terrible castigo cayera sobre los
egipcios con la muerte de los primogénitos, Dios ordenó a su pueblo
que recogiera a sus niños en sus respectivas casas. El dintel de cada
casa debía marcarse con sangre, y todos debían guarecerse al amparo
seguro de aquella señal. Así también hoy los padres que aman y
temen a Dios deben guardar a sus hijos “en vínculo de concierto,”
bajo la protección de las influencias sagradas hechas posibles por la
sangre redentora de Cristo.
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De sus discípulos, Cristo dijo: “Yo les he dado tu palabra; y ...
no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.”
Juan 17:14
.
“No os conforméis a este siglo—nos manda Dios;—mas refor-
maos por la renovación de vuestro entendimiento.”
Romanos 12:2
.
“No os juntéis en yugo con los infieles: porque ¿qué compañía
tiene la justicia con la injusticia? ¿y qué comunión la luz con las
tinieblas? ... ¿y qué concierto el templo de Dios con los ídolos?
porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: