El verdadero conocimiento de Dios
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entonan las alabanzas de Dios. Contemplamos su gloria en la tierra,
en el mar y en el firmamento, con sus maravillosos tintes y colores,
que varían en grandioso contraste o se armonizan unos con otros.
Los perennes collados nos hablan de su poder. Los árboles que
hacen ondear sus verdes banderas bajo los rayos del sol, y las flores
en su delicada belleza, nos señalan al Creador. El vivo verdor que
alfombra la tierra nos habla del solícito cuidado de Dios por sus más
humildes criaturas. Las cavernas del mar y las profundidades de la
tierra revelan sus tesoros. El que puso las perlas en el océano y la
amatista y el crisólito entre las rocas, ama lo bello. El sol que sale en
el horizonte es representante de Aquel que es vida y luz de todo lo
que hizo. Todo el brillo y la belleza que adornan la tierra e iluminan
los cielos, hablan de Dios.
“Su gloria cubrió los cielos.”
“La tierra está llena de tus beneficios.”
“El un día emite palabra al otro día,
y la una noche a la otra noche declara sabiduría.
No hay dicho, ni palabras,
ni es oída su voz.
Por toda la tierra salió su hilo,
y al cabo del mundo sus palabras.”
Habacuc 3:3; Salmos
104:24; 19:2-4.
Todas las cosas hablan de su tierno cuidado paternal y de su
deseo de hacer felices a sus hijos.
El gran poder que obra en toda la naturaleza y sostiene todas
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las cosas no es, como muchos hombres de ciencia lo representan,
un mero principio que todo lo penetre, una energía siempre activa.
Dios es Espíritu; y sin embargo es un ser personal, pues así se ha
revelado.
“Mas Jehová Dios es la verdad:
él es Dios vivo y Rey eterno: ...
Los dioses que no hicieron los cielos ni la tierra,
perezcan de la tierra y de debajo de estos cielos.”