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El Ministerio de Curacion
nuestros hogares fueron comprados por su sangre tanto como los de
antaño.
Jesús conoce la carga del corazón de toda madre. Aquel cuya
madre luchó con la pobreza y las privaciones simpatiza con toda
madre apenada. El que hiciera un largo viaje para aliviar el corazón
angustiado de una cananea, hará otro tanto por las madres de hoy.
El que devolvió a la viuda de Naín su único hijo, y en su agonía
de la cruz se acordó de su propia madre, se conmueve hoy por el
pesar de las madres. El las consolará y auxiliará en toda aflicción y
necesidad.
Acudan, pues, a Jesús las madres con sus perplejidades. Encon-
trarán bastante gracia para ayudarlas en el cuidado de sus hijos.
Abiertas están las puertas para toda madre que quiera depositar su
carga a los pies del Salvador. Aquel que dijo: “Dejad los niños venir,
y no se lo estorbéis” (
Marcos 10:14
), sigue invitando a las madres a
que le traigan a sus pequeñuelos para que los bendiga.
Responsabilidad de los padres
En los niños allegados a él, veía el Salvador a hombres y mujeres
que serían un día herederos de su gracia y súbditos de su reino, y
algunos, mártires por su causa. Sabía que aquellos niños le escu-
charían y le aceptarían por Redentor con mejor voluntad que los
adultos, muchos de los cuales eran sabios según el mundo, pero
duros de corazón. Al enseñarles, se colocaba al nivel de ellos. El,
la Majestad de los cielos, respondía a sus preguntas y simplificaba
sus importantes lecciones para que las comprendiera su inteligencia
infantil. Plantaba en la mente de ellos la semilla de la verdad, que
años después brotaría y llevaría fruto para vida eterna.
Al decir Jesús a sus discípulos que no impidieran a los niños el
acercarse a él, hablaba a sus seguidores de todos los siglos, es decir,
a los dirigentes de la iglesia: ministros, ancianos, diáconos, y todo
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cristiano. Jesús atrae a los niños, y nos manda que los dejemos venir;
como si nos dijera: Vendrán, si no se lo impedís.
Guardaos de dar torcida idea de Jesús con vuestro carácter falto
de cristianismo. No mantengáis a los pequeñuelos alejados de él
con vuestra frialdad y aspereza. No seáis causa de que los niños se
figuren que el cielo no sería lugar placentero si estuvieseis vosotros