Página 328 - El Ministerio de Curacion (1959)

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El Ministerio de Curacion
Así cada uno puede, por su propia experiencia, afirmar “que Dios
es verdadero.”
Juan 3:33
. Puede dar testimonio de lo que él mismo
ha visto, oído y sentido del poder de Cristo. Puede atestiguar:
“Necesitaba ayuda, y la encontré en Jesús. Toda falta fué suplida,
el hambre de mi alma quedó satisfecha; la Biblia es para mí la
revelación de Cristo. Creo en Jesús porque él es para mí el Salvador
divino. Creo en la Biblia porque he encontrado que es la voz de Dios
que habla a mi alma.”
El que ha adquirido el conocimiento de Dios y de su Palabra
mediante la experiencia personal está preparado para emprender
el estudio de las ciencias naturales. De Cristo está escrito: “En él
estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.”
Juan 1:4
. Antes
de caer en pecado, Adán y Eva en el Edén estaban envueltos en
clara y hermosa luz, la luz de Dios, que iluminaba todo aquello a
lo cual se acercaban. Nada obscurecía su percepción del carácter
o de las obras de Dios. Pero cuando cedieron al tentador, la luz se
apartó de ellos. Al perder las prendas de santidad, perdieron la luz
que hasta entonces había iluminado la naturaleza, y ya no podían
leer en ésta con provecho. Ya no podían discernir el carácter de Dios
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en sus obras. Así también hoy el hombre por sí mismo es incapaz
de leer debidamente las enseñanzas de la naturaleza. Si no lo guía
la sabiduría divina, el hombre exalta la naturaleza y sus leyes y las
sobrepone al Dios de la naturaleza. Por esto las meras ideas humanas
respecto de la ciencia están tan a menudo en contradicción con la
enseñanza de la Palabra de Dios. Mas para los que reciben la luz de
la vida de Cristo, la naturaleza vuelve a iluminarse. En la luz que
brilla desde la cruz podemos interpretar acertadamente la enseñanza
de la naturaleza.
Quien conoce a Dios y su Palabra mediante la experiencia per-
sonal tiene fe arraigada en la divinidad de las Sagradas Escrituras.
Ha comprobado que la Palabra de Dios es verdad, y sabe que la
verdad no puede contradecirse nunca. No aquilata la Biblia por las
ideas que los hombres tienen de la ciencia, sino que somete más
bien estas ideas a la prueba de la autoridad infalible. Sabe que en
la ciencia verdadera no puede haber nada contrario a la enseñanza
de la Palabra; puesto que ambas proceden del mismo Autor, la ver-
dadera comprensión de ambas demostrará que hay armonía entre