En el trato con los demás
Toda asociación en la vida requiere el ejercicio del dominio
propio, la tolerancia y la simpatía. Diferimos tanto en disposición,
hábitos y educación, que nuestra manera de ver las cosas varía
mucho. Juzgamos de modos distintos. Nuestra comprensión de la
verdad, nuestras ideas acerca del comportamiento en la vida, no son
idénticas en todo respecto. No hay dos personas cuyas experiencias
sean iguales en todo detalle. Las pruebas de uno no son las de otro.
Los deberes que a uno le parecen fáciles, son para otro en extremo
difíciles y le dejan perplejo.
Tan frágil, tan ignorante, tan propensa a equivocarse es la natura-
leza humana, que cada cual debe ser prudente al valorar a su prójimo.
Poco sabemos de la influencia de nuestros actos en la experiencia
de los demás. Lo que hacemos o decimos puede parecernos de poca
monta, cuando, si pudiéramos abrir los ojos, veríamos que de ello
dependen importantísimos resultados para el bien o el mal.
Miramiento por quienes llevan cargas
Muchos son los que han llevado tan pocas cargas, y cuyo corazón
ha experimentado tan poca angustia verdadera, y ha sentido tan poca
congoja por el prójimo, que no pueden comprender lo que es llevar
cargas. No son más capaces de apreciar las de quien las lleva que
lo es el niño de comprender el cuidado y el duro trabajo de su
recargado padre. El niño extraña los temores y las perplejidades de
su padre. Le parecen inútiles. Pero cuando su experiencia aumente
[385]
con los años y le toque llevar su propia carga, entonces echará una
mirada retrospectiva sobre la vida de su padre, y comprenderá lo que
anteriormente le parecía tan incomprensible. La amarga experiencia
le dará conocimiento.
No se comprende la pesada labor de muchos ni se aprecian de-
bidamente sus trabajos hasta después de su muerte. Cuando otros
asumen las cargas que el extinto dejó, y tropiezan con las dificul-
340