Página 365 - El Ministerio de Curacion (1959)

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Una experiencia de índole superior
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las almas prontas a perecer, no seremos avergonzados si ponemos
nuestra confianza en Dios. Cristo en el corazón, Cristo en la vida: tal
es nuestra seguridad. La atmósfera de su presencia llenará el alma de
aborrecimiento a todo lo malo. Nuestro espíritu puede identificarse
de tal modo con el suyo, que en pensamiento y propósito seremos
uno con él.
Por la fe y la oración Jacob, siendo de suyo débil y pecador, llegó
a ser príncipe con Dios. Así podréis llegar a ser hombres y mujeres
de fines elevados y santos, de vida noble, hombres y mujeres que
por ninguna consideración se apartarán de la verdad, del bien y de
la justicia. A todos nos acosan preocupaciones apremiantes, cargas
y obligaciones; pero cuanto más difícil la situación y más pesadas
las cargas, tanto más necesitamos a Jesús.
Error grave es descuidar el culto público de Dios. Los privilegios
del servicio divino no son cosa de poca monta. Muchas veces los
que asisten a los enfermos no pueden aprovechar estos privilegios,
pero deben cuidar de no ausentarse de la casa de Dios sin necesidad.
Al atender a los enfermos, más que en cualquier ocupación secu-
lar, el éxito depende del espíritu de consagración y de sacrificio con
que se hace la obra. Los que asumen responsabilidades necesitan
colocarse donde puedan recibir honda impresión del Espíritu de
Dios. Debéis tener tanto más vivos deseos que otros de la ayuda del
Espíritu Santo y del conocimiento de Dios por cuanto vuestro puesto
de confianza es de más responsabilidad que el de ellos.
Nada es más necesario en nuestro trabajo que los resultados
prácticos de la comunión con Dios. Debemos mostrar con nuestra
vida diaria que tenemos paz y descanso en el Salvador. Su paz en
el corazón se reflejará en el rostro. Dará a la voz un poder persua-
sivo. La comunión con Dios ennoblecerá el carácter y la vida. Los
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hombres verán que hemos estado con Jesús como lo notaron en
los primeros discípulos. Esto comunicará al obrero un poder que
ninguna otra cosa puede dar. No debe permitir que cosa alguna le
prive de este poder.
Hemos de vivir una vida doble: una vida de pensamiento y de
acción, de silenciosa oración y fervoroso trabajo. La fuerza recibida
por medio de la comunión con Dios, unida con el esfuerzo diligente
por educar la mente para que llegue a ser reflexiva y cuidadosa,
nos prepara para desempeñar las obligaciones cotidianas y conserva