Salvados para servir
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“De ti será siempre mi alabanza”
Después que la mujer de Capernaúm fuera sanada por el toque
hecho con fe, Jesús quiso que reconociese el beneficio recibido. No
se obtienen a hurtadillas ni se gozan en secreto los dones que el
Evangelio ofrece.
“Vosotros, pues, sois mis testigos, dice Jehová,
que yo soy Dios.”
Isaías 43:12
.
Nuestra confesión de su fidelidad es el factor escogido por el
Cielo para revelar a Cristo al mundo. Debemos reconocer su gracia
como fué dada a conocer por los santos de antaño; pero lo que será
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más eficaz es el testimonio de nuestra propia experiencia. Somos
testigos de Dios mientras revelamos en nosotros mismos la obra de
un poder divino. Cada persona tiene una vida distinta de todas las
demás y una experiencia que difiere esencialmente de la suya. Dios
desea que nuestra alabanza ascienda a él señalada por nuestra propia
individualidad. Estos preciosos reconocimientos para alabanza de la
gloria de su gracia, cuando son apoyados por una vida semejante a
la de Cristo, tienen un poder irresistible que obra para la salvación
de las almas.
Para nuestro propio beneficio, debemos refrescar en nuestra men-
te todo don de Dios. Así se fortalece la fe para pedir y recibir siempre
más. Hay para nosotros mayor estímulo en la menor bendición que
recibimos de Dios, que en todos los relatos que podamos leer acerca
de la fe y experiencia ajenas. El alma que responda a la gracia de
Dios será como un jardín regado. Su salud brotará raudamente; su
luz nacerá en la obscuridad, y la gloria de Dios la acompañará.
“¿Qué pagaré a Jehová
por todos sus beneficios para conmigo?
Tomaré la copa de la salud,
e invocaré el nombre de Jehová.
Ahora pagaré mis votos a Jehová
delante de todo su pueblo.”
Salmos 116:12-14
.
“A Jehová cantaré en mi vida:
A mi Dios salmearé mientras viviere.