Página 64 - El Ministerio de Curacion (1959)

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El Ministerio de Curacion
Al ocasionar la destrucción de los cerdos, Satanás se proponía
apartar a la gente del Salvador e impedir la predicación del Evan-
gelio en esa región. Pero este mismo incidente despertó a toda la
comarca como no podría haberlo hecho otra cosa alguna y dirigió
su atención a Cristo. Aunque el Salvador mismo se fué, los hombres
a quienes había sanado permanecieron como testigos de su poder.
Los que habían sido agentes del príncipe de las tinieblas vinieron
a ser conductos de luz, mensajeros del Hijo de Dios. Cuando Jesús
volvió a Decápolis, la gente acudió a él, y durante tres días miles
de habitantes de toda la región circundante oyeron el mensaje de
salvación.
Los dos endemoniados curados fueron los primeros misione-
ros a quienes Cristo envió a predicar el Evangelio en la región de
Decápolis. Esos hombres habían tenido oportunidad de oír las ense-
ñanzas de Cristo durante unos momentos solamente. Sus oídos no
habían percibido un solo sermón de sus labios. No podían instruir
a la gente como habrían podido hacerlo los discípulos que habían
estado diariamente con Jesús; pero podían contar lo que sabían, lo
que ellos mismos habían visto, oído y experimentado del poder del
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Salvador. Esto es lo que puede hacer cada uno cuyo corazón ha sido
conmovido por la gracia de Dios. Tal es el testimonio que nuestro
Señor requiere y por falta del cual el mundo está pereciendo.
El Evangelio se ha de presentar, no como una teoría inerte, sino
como una fuerza viva capaz de transformar la conducta. Dios quiere
que sus siervos den testimonio de que por medio de la gracia divina
los hombres pueden poseer un carácter semejante al de Cristo y
regocijarse en la seguridad de su gran amor. Quiere que atestigüemos
que él no puede darse por satisfecho mientras todos los que acepten
su salvación no hayan sido transformados y reintegrados en sus
santos privilegios de hijos de Dios.
Aun a aquellos cuya conducta más le haya ofendido les da franca
acogida. Cuando se arrepienten, les otorga su Espíritu divino, y
los manda al campo de los desleales a proclamar su misericordia.
Las almas que han sido degradadas en instrumentos de Satanás
siguen todavía, mediante el poder de Cristo, siendo transformadas
en mensajeras de justicia, y se las envía a contar cuán grandes cosas
el Señor ha hecho por ellas y cuánta compasión les tuvo.