Salvados para servir
63
“Seguridad mía desde mi juventud. ...
De ti será siempre mi alabanza.”
Salmos 71:22-24, 5, 6
.
“Haré perpetua la memoria de tu nombre:...
Por lo cual te alabarán los pueblos.”
Salmos 45:17
.
“De gracia recibisteis, dad de gracia”
No debemos limitar la invitación del Evangelio y presentarla
solamente a unos pocos elegidos, que, suponemos nosotros, nos
honrarán aceptándola. El mensaje ha de proclamarse a todos. Cuando
Dios bendice a sus hijos, no es tan sólo para beneficio de ellos, sino
para el mundo. Cuando nos concede sus dones, es para que los
multipliquemos compartiéndolos con otros.
Tan pronto como halló al Salvador, la mujer samaritana que
[70]
habló con Jesús junto al pozo de Jacob, trajo otros a él. Así dió
pruebas de ser una misionera más eficaz que los propios discípulos.
Ellos no vieron en Samaria indicios de que fuera un campo alentador.
Fijaban sus pensamientos en una gran obra futura, y no vieron que
en derredor de sí había una mies que segar. Pero por medio de la
mujer a quien ellos despreciaron, toda una ciudad llegó a oír a Jesús.
Ella llevó en seguida la luz a sus compatriotas.
Esta mujer representa la obra de una fe práctica en Cristo. Cada
verdadero discípulo nace en el reino de Dios como misionero. Ape-
nas llega a conocer al Salvador, desea hacerlo conocer a otros. La
verdad salvadora y santificadora no puede quedar encerrada en su
corazón. El que bebe del agua viva llega a ser una fuente de vida.
El que recibe se transforma en un dador. La gracia de Cristo en
el alma es como un manantial en el desierto, cuyas aguas brotan
para refrescar a todos, e infunde a quienes están por perecer avidez
de beber del agua de la vida. Al hacer esta obra obtenemos mayor
bendición que si trabajáramos únicamente en nuestro provecho. Es
al trabajar para difundir las buenas nuevas de la salvación como
somos llevados más cerca del Salvador.
Acerca de los que reciben su gracia, dice el Señor:
“Y daré a ellas y a los alrededores de mi collado, bendición; y
haré descender la lluvia en su tiempo, lluvias de bendición serán.”
Ezequiel 34:26
.