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El Ministerio de Curacion
“Mas en el postrer día grande de la fiesta, Jesús se ponía en pie
y clamaba, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que
cree en mí, como dice la Escritura, ríos de agua viva correrán de su
vientre.”
Juan 7:37, 38
.
Los que reciben tienen que dar a los demás. De todas partes nos
llegan pedidos de auxilio. Dios invita a los hombres a que atiendan
gozosos a sus semejantes. Hay coronas inmortales que ganar; hay
que alcanzar el reino de los cielos; hay que iluminar al mundo que
perece en la ignorancia.
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“¿No decís vosotros: Aun hay cuatro meses hasta que llegue la
siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos, y mirad las regiones,
porque ya están blancas para la siega. Y el que siega, recibe salario,
y allega fruto para vida eterna.”
Juan 4:35, 36
.
“He aquí, yo estoy con vosotros todos los días”
Durante tres años, los discípulos tuvieron delante de sí el ad-
mirable ejemplo de Jesús. Día tras día anduvieron y conversaron
con él, oyendo sus palabras que alentaban a los cansados y cargados
y viendo las manifestaciones de su poder para con los enfermos y
afligidos. Llegado el momento en que iba a dejarlos, les dió gracia
y poder para llevar adelante su obra en su nombre. Tenían que de-
rramar la luz de su Evangelio de amor y de curación. Y el Salvador
les prometió que estaría siempre con ellos. Por medio del Espíritu
Santo, estaría aun más cerca de ellos que cuando andaba en forma
visible entre los hombres.
La obra que hicieron los discípulos, hemos de hacerla nosotros
también. Todo cristiano debe ser un misionero. Con simpatía y
compasión tenemos que desempeñar nuestro ministerio en bien de
los que necesitan ayuda, y procurar con todo desprendimiento aliviar
las miserias de la humanidad doliente.
Todos pueden encontrar algo que hacer. Nadie debe considerar
que para él no hay sitio donde trabajar por Cristo. El Salvador se
identifica con cada hijo de la humanidad. Para que pudiéramos ser
miembros de la familia celestial, él se hizo miembro de la familia
terrenal. Es el Hijo del hombre y, por consiguiente, hermano de
todo hijo e hija de Adán. Los que siguen a Cristo no deben sentirse
separados del mundo que perece en derredor suyo. Forman parte de