Enseñar y curar
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hacerles bien. Les mostraba simpatía, atendía a sus necesidades y se
ganaba su confianza. Entonces les decía: “Seguidme.”
Es necesario acercarse a la gente por medio del esfuerzo personal.
Si se dedicara menos tiempo a sermonear y más al servicio personal,
se conseguirían mayores resultados. Hay que aliviar a los pobres,
atender a los enfermos, consolar a los afligidos y dolientes, instruir
a los ignorantes y aconsejar a los inexpertos. Hemos de llorar con
los que lloran y regocijarnos con los que se regocijan. Acompañada
del poder de persuasión, del poder de la oración, del poder del amor
de Dios, esta obra no será ni puede ser infructuosa.
Hemos de recordar siempre que el objeto de la obra misionera
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médica consiste en dirigir a los enfermos del pecado hacia el Mártir
del Calvario, que quita el pecado del mundo. Contemplándole, se
transmutarán a su semejanza. Debemos animar al enfermo y al
doliente a que miren a Jesús y vivan. Pongan los obreros cristianos
a Cristo, el divino Médico, en continua presencia de aquellos a
quienes desalentó la enfermedad del cuerpo y del alma. Dirijan
sus miradas hacia Aquel que puede sanar la enfermedad física y la
espiritual. Háblenles de Aquel que se compadece de sus flaquezas.
Persuádanles a que se entreguen al cuidado de Aquel que dió su vida
para que ellos puedan obtener vida eterna. Háblenles de su amor, del
poder que tiene para salvar.
Este es el alto deber y el precioso privilegio del misionero mé-
dico. Y el ministerio personal prepara a menudo el camino para
esta obra. Con frecuencia Dios llega a los corazones por medio de
nuestros esfuerzos por aliviar los padecimientos físicos.
La obra del misionero médico es precursora de la obra del Evan-
gelio. En el ministerio de la Palabra y en la obra del médico misio-
nero, el Evangelio ha de ser predicado y puesto por obra.
En casi todas las poblaciones hay muchos que no escuchan
la predicación de la Palabra de Dios ni asisten a ningún servicio
religioso. Para que conozcan el Evangelio, hay que llevárselo a sus
casas. Muchas veces la atención prestada a sus necesidades físicas
es la única manera de llegar a ellos. Los enfermeros misioneros que
cuidan a los enfermos y alivian la miseria de los pobres encontrarán
muchas oportunidades para orar con ellos, leerles la Palabra de Dios
y hablarles del Salvador. Pueden orar con los desamparados que no
tienen fuerza de voluntad para dominar los apetitos degradados por