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El Ministerio de Curacion
las pasiones. Pueden llevar un rayo de esperanza a los vencidos y
desalentados. Su amor abnegado, manifestado en actos de bondad
desinteresada, ayudará a esos dolientes a creer en el amor de Cristo.
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Muchos no tienen fe en Dios y han perdido la confianza en el
hombre. Pero saben apreciar los actos de simpatía y de auxilio. Cuan-
do ven a alguien que, sin el aliciente de las alabanzas ni esperanza de
recompensa en esta tierra, va a sus casas para asistir a los enfermos,
dar de comer a los hambrientos, vestir a los desnudos, consolar a los
tristes y encaminarlos a todos con ternura hacia Aquel de cuyo amor
y compasión el obrero humano es el mensajero, cuando ven todo
esto, sus corazones se conmueven. Brota el agradecimiento. Encién-
dese la fe. Ven que Dios cuida de ellos, y así quedan preparados para
oír la Palabra divina.
Por doquiera, los misioneros, sean hombres o mujeres, obtendrán
mucho más fácil acceso al pueblo, y verán grandemente aumentada
su eficiencia como obreros, si pueden atender a los enfermos. Así,
las mujeres que van a países paganos para actuar como misioneras
encontrarán oportunidades para enseñar el Evangelio a las muje-
res de aquellos países, cuando toda otra puerta de entrada les esté
cerrada. Todo obrero evangélico debe saber aplicar los sencillos
tratamientos que son tan eficaces para aliviar el dolor y curar las
enfermedades.
Enseñanza de los principios de salud
Los obreros evangélicos deben ser también capaces de dar ins-
trucción acerca de los principios del sano vivir. Hay enfermedades
en todas partes, y las más de ellas podrían evitarse si se prestara
atención a las leyes de la salud. La gente necesita comprobar la
relación que hay entre los principios que rigen la salud y su bienestar
tanto en esta vida como en la venidera. Necesita comprender la
responsabilidad que le incumbe con referencia al cuerpo dispuesto
por su Creador como morada suya, de la cual desea que los hombres
sean fieles mayordomos. Necesita dejarse impresionar por la verdad
encerrada en las palabras de la Santa Escritura:
“Vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo:
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Habitaré y andaré en ellos; y seré el Dios de ellos, y ellos serán mi
pueblo.”
2 Corintios 6:16
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