Página 102 - La Maravillosa Gracia de Dios (1973)

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Para siempre, 31 de marzo
Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de
David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en
justicia desde ahora y para siempre.
Isaías 9:7
.
En esta vida podemos apenas empezar a comprender el tema maravillo-
so de la redención. Con nuestra inteligencia limitada podemos considerar
con todo fervor la ignominia y la gloria, la vida y la muerte, la justicia y
la misericordia que se tocan en la cruz; pero ni con la mayor tensión de
nuestras facultades mentales llegamos a comprender todo su significado.
La largura y anchura, la profundidad y la altura del amor redentor se com-
prenden tan sólo confusamente. El plan de la redención no se entenderá por
completo ni siquiera cuando los rescatados vean como serán vistos ellos
mismos y conozcan como serán conocidos; pero a través de las edades sin
fin, nuevas verdades se desplegarán continuamente ante la mente admirada
y deleitada...
La cruz de Cristo será la ciencia y el canto de los redimidos durante toda
la eternidad. En el Cristo glorificado contemplarán al Cristo crucificado.
Nunca olvidarán que Aquel cuyo poder creó los mundos innumerables y
los sostiene a través de la inmensidad del espacio, el Amado de Dios, la
Majestad del cielo, Aquel a quien los querubines y los serafines resplande-
cientes se deleitan en adorar—se humilló para levantar al hombre caído;
que llevó la culpa y el oprobio del pecado, y sintió el ocultamiento del
rostro de su Padre, hasta que la maldición de un mundo perdido quebrantó
su corazón y le arrancó la vida en la cruz del Calvario. El hecho de que
el Hacedor de todos los mundos, el Arbitro de todos los destinos, dejase
su gloria y se humillase por amor al hombre, despertará eternamente la
admiración y adoración del universo. Cuando las naciones de los salvos
miren a su Redentor y vean la gloria eterna del Padre brillar en su rostro;
cuando contemplen su trono, que es desde la eternidad hasta la eternidad, y
sepan que su reino no tendrá fin, entonces prorrumpirán en un cántico de
júbilo: “¡Digno, digno es el Cordero que fue inmolado, y nos ha redimido
para Dios con su propia preciosísima sangre!”—
El Conflicto de los Siglos,
709, 710
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