Página 106 - La Maravillosa Gracia de Dios (1973)

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Produce paz y da descanso, 3 de abril
Los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse
quieto... No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos.
Isaías 57:20, 21
.
El pecado ha destruido nuestra paz. Mientras el yo no está subyugado,
no podemos hallar descanso. Las pasiones predominantes en el corazón no
pueden ser regidas por facultad humana alguna. Somos tan impotentes en
esto como los discípulos para calmar la rugiente tempestad.
Mateo 8:23-27
.
Pero el que calmó las olas de Galilea ha pronunciado la palabra que puede
impartir paz a cada alma. Por fiera que sea la tempestad, los que claman a
Jesús... hallarán liberación. Su gracia... calma las contiendas de las pasiones
humanas, y en su amor el corazón descansa.—
El Deseado de Todas las
Gentes, 303
.
Para toda alma que lucha por elevarse de una vida de pecado a una vida
de pureza, el gran elemento de fuerza reside en el único “nombre debajo
del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”.
Hechos 4:12
...
El único remedio contra el vicio es la gracia y el poder de Cristo.—
El
Ministerio de Curación, 134, 135
.
Debe mantenerse toda pasión profana bajo el control de la razón santifi-
cada por la gracia abundantemente otorgada por Dios. Estamos viviendo en
una atmósfera de hechizos satánicos. El enemigo entretejerá un ensalmo
de licencia alrededor de toda alma que no haya logrado parapetarse en la
gracia de Cristo. Vendrán tentaciones; pero si velamos contra el enemigo,
si mantenemos el equilibrio del dominio propio y la pureza, los espíritus
seductores no tendrán influencia sobre nosotros. Los que nada hacen para
estimular la tentación tendrán fuerza para resistirla cuando venga; pero los
que se mantienen en una atmósfera de mal, ellos mismos tendrán la culpa
si son vencidos y caen...
Los hombres y las mujeres tienen que vigilarse; han de estar constan-
temente en guardia, no permitiéndose palabra o acto que podría ser causa
de que se hablase mal de su conducta. El que profesa seguir a Cristo debe
vigilarse, mantenerse puro y sin contaminación en sus pensamientos, pala-
bras y actos. Su influencia sobre los demás debe ser elevadora. Su vida ha
de reflejar los brillantes rayos del Sol de justicia... La eterna vigilancia es
el precio de la seguridad.—
Consejos para los Maestros Padres y Alumnos
acerca de la Educación Cristiana, 197
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