En el tiempo señalado por Dios, 3 de enero
Cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo... para
que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos
la adopción de hijos.
Gálatas 4:4, 5
.
Fue determinada en el concilio celestial la hora en que Cristo había de
venir; y cuando el gran reloj del tiempo marcó aquella hora, Jesús nació en
Belén. “Mas venido el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo”. La
Providencia había dirigido los movimientos de las naciones, así como el
flujo y reflujo de impulsos e influencias de origen humano, a tal punto que
el mundo estaba maduro para la llegada del Libertador...
El engaño del pecado había llegado a su culminación. Habían sido
puestos en operación todos los medios de depravar las almas de los hombres.
El Hijo de Dios, mirando al mundo, contemplaba sufrimiento y miseria.
Veía con compasión cómo los hombres habían llegado a ser víctimas de
la crueldad satánica. Miraba con piedad a aquellos a quienes se estaba
corrompiendo, matando y perdiendo... Se había demostrado ante el universo
que, separada de Dios, la humanidad no puede ser elevada. Un nuevo
elemento de vida y poder tiene que ser impartido por Aquel que hizo el
mundo.
Con intenso interés, los mundos que no habían caído habían mirado
para ver a Jehová levantarse y barrer a los habitantes de la tierra... Pero en
vez de destruir al mundo, Dios envió a su Hijo para salvarlo... En el mismo
momento de la crisis, cuando Satanás parecía estar a punto de triunfar, el
Hijo de Dios vino como embajador de la gracia divina. En toda época y
en todo momento, el amor de Dios se había manifestado en favor de la
especie caída. A pesar de la perversidad de los hombres, hubo siempre
indicios de misericordia. Y llegada la plenitud del tiempo, la Divinidad se
glorificó derramando sobre el mundo tal efusión de gracia sanadora, que no
se interrumpiría hasta que se cumpliese el plan de salvación.
Nadie, excepto Cristo, puede amoldar de nuevo el carácter que ha sido
arruinado por el pecado. El vino para expulsar a los demonios que habían
dominado la voluntad. Vino para levantarnos del polvo, para rehacer según
el modelo divino el carácter que había sido mancillado.—
El Deseado de
Todas las Gentes, 23-28
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