Página 11 - La Maravillosa Gracia de Dios (1973)

Basic HTML Version

Sólo para pecadores, 2 de enero
Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los
hombres.
Tito 2:11
.
Al desobedecer los mandamientos de Dios, el hombre cayó bajo la
condenación de su ley. Para hacer frente a esta caída debió manifestarse la
gracia de Dios en favor de los pecadores. Nunca hubiéramos aprendido el
significado de esta palabra “gracia” si no hubiéramos caído. Dios ama a los
inmaculados ángeles, que están a su servicio y son obedientes a todos sus
mandamientos; pero no les otorga su gracia. Esos seres celestiales no tienen
el más mínimo conocimiento de la gracia; nunca la han necesitado, porque
nunca han pecado. La gracia es un atributo de Dios manifestado en favor de
seres humanos indignos. No la buscamos; fue enviada para que nos buscara.
Dios se goza en conceder su gracia a todo aquel que la anhela intensamente.
Se allega a todos en términos de misericordia, no porque seamos dignos,
sino porque somos totalmente indignos. Nuestra necesidad es el requisito
que nos asegura que recibiremos este don.
Pero Dios no usa su gracia para anular su ley o para reemplazarla... La
gracia de Dios y la ley de su reino están en perfecta armonía; caminan de la
mano. Su gracia nos capacita para acercarnos a él por fe. Al recibirla y al
permitir que obre en nuestras vidas, damos testimonio de la vigencia de la
ley; ensalzamos la ley y la honramos al practicar sus principios por medio
del poder de la gracia de Cristo; y al rendir una obediencia pura y de todo
corazón a la ley de Dios, damos testimonio del poder de la redención ante
el universo del cielo y frente a un mundo apóstata...
Dios no nos ama porque le hayamos amado primero; sino que, “siendo
aún pecadores” (
Romanos 5:8
) Cristo murió por nosotros, estableciendo
plena y abundante provisión para nuestra redención. Aunque hayamos
merecido el desagrado y la condenación de Dios por nuestra desobediencia,
él no nos ha olvidado; no nos ha abandonado para que enfrentemos el
poder del enemigo basándonos en nuestras propias y limitadas fuerzas. Los
ángeles del cielo libran nuestras batallas; y al cooperar con ellos nos es
posible triunfar sobre los poderes del mal.—
The Review and Herald, 15 de
septiembre de 1896
.
[11]
7