Página 127 - La Maravillosa Gracia de Dios (1973)

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Para dar consuelo, 24 de abril
El cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que
podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier
tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos
consolados.
2 Corintios 1:4
.
El Señor tiene gracia especial para los que lloran, y hay en ella poder
para enternecer los corazones y ganar las almas. Su amor se abre paso en
el alma herida y afligida, y se convierte en bálsamo curativo para cuantos
lloran.—
El Discurso Maestro de Jesucristo, 19
.
Los que han soportado los mayores sufrimientos son frecuentemente
quienes proporcionan mayor consuelo a otros, difundiendo la luz del sol por
dondequiera que van. Los tales han sido purificados y dulcificados por sus
aflicciones; no perdieron su confianza en Dios cuando los asaltó la prueba,
sino que se unieron más estrechamente a su amor protector. Los tales son
pruebas vivientes del tierno cuidado de Dios, quien hace la oscuridad así
como la luz y nos castiga para nuestro bien. Cristo es la luz del mundo;
en él no hay tinieblas. ¡Preciosa luz! ¡Vivamos en esa luz! Digamos adiós
a la tristeza y al pesar. Regocijémonos siempre en el Señor.—
En Lugares
Celestiales, 275
.
Es vuestro privilegio recibir gracia de Cristo, quien desea capacitaros
para confortar a otros con el mismo consuelo con que vosotros sois con-
fortados en Dios... Que cada uno trate de ayudar al que está a su lado.
Así tendréis un cielo en miniatura aquí en la tierra, y los ángeles de Dios
obrarán por vuestro medio para causar la debida impresión... Tratad de
ayudar siempre que os sea posible hacerlo. Cultivad la mejor disposición,
de modo que la gracia de Dios pueda derramarse ricamente sobre vosotros.
Jóvenes y mayores pueden aprender a acudir a Dios como a Aquel que
sanará, como a Aquel que simpatiza, que comprende sus necesidades y que
jamás cometerá un error.—
Hijos e Hijas de Dios, 270
.
Encontrad tiempo para consolar a algún otro corazón, para alegrar con
una palabra bondadosa y de alegría a alguien que esté batallando con la
tentación, y posiblemente en aflicción.—
Nuestra Elevada Vocación, 66
.
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