Página 14 - La Maravillosa Gracia de Dios (1973)

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Un reino espiritual, 5 de enero
Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo.
Juan 18:36
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El reino de Dios viene sin manifestación exterior. El Evangelio de la
gracia de Dios, con su espíritu de abnegación, no puede nunca estar en
armonía, con el espíritu del mundo. Los dos principios son antagónicos...
Pero hoy hay en el mundo religioso multitudes que creen estar traba-
jando para el establecimiento del reino de Cristo como dominio temporal y
terrenal. Desean hacer de nuestro Señor el Rey de los reinos de este mundo,
el gobernante de sus tribunales y campamentos, de sus asambleas legislati-
vas, sus palacios y plazas. Esperan que reine por medio de promulgaciones
legales, impuestas por autoridad humana. Como Cristo no está aquí en
persona, ellos mismos quieren obrar en su lugar ejecutando las leyes de su
reino. El establecimiento de un reino tal es lo que los judíos deseaban en
los días de Cristo. Habrían recibido a Jesús si él hubiese estado dispuesto
a establecer un dominio temporal, a imponer lo que consideraban como
leyes de Dios, y hacerlos los expositores de su voluntad y los agentes de su
autoridad. Pero él dijo: “Mi reino no es de este mundo”. No quiso aceptar
el trono terrenal...
No por las decisiones de los tribunales o los consejos o asambleas
legislativas, ni por el patrocinio de los grandes del mundo, ha de establecerse
el reino de Cristo, sino por la implantación de la naturaleza de Cristo en la
humanidad por medio de la obra del Espíritu Santo... En esto consiste el
único poder capaz de elevar a la humanidad. Y el agente humano que ha de
cumplir esta obra es la enseñanza y la práctica de la Palabra de Dios...
Ahora, como en los días de Cristo, la obra del reino de Dios no incumbe
a los que están reclamando el reconocimiento y apoyo de los gobernantes
terrenales y de las leyes humanas, sino a aquellos que están declarando
al pueblo en su nombre aquellas verdades espirituales que obrarán, en
quienes las reciban, la experiencia de Pablo: “Con Cristo estoy juntamente
crucificado, y vivo, no ya yo, mas vive Cristo en mí”.
Gálatas 2:20
.—
El
Deseado de Todas las Gentes, 470, 471
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